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Torre 3000: el rascacielos para Cádiz que nunca se construyó

El arquitecto Javier de Navascués diseñó a comienzos de los años 70 un edificio de 265 metros que iba a albergar viviendas, aparcamientos, salas de espectáculos y un restaurante

raúl jiménez
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Hace apenas tres días se celebró el Día de los Rascacielos. Esas impresionantes moles de acero, hormigón y cristal que, convertidas en indiscutibles reclamos turísticos, se han erigido en la principal seña de identidad de las ciudades en las que fueron levantados.

Si echamos la vista atrás en el tiempo y nos trasladamos a los albores de los años 70, Cádiz tuvo la oportunidad de albergar uno de esos interminables edificios que desafían a la gravedad: la Torre 3000, diseñada por el entonces arquitecto municipal, Javier de Navascués, aspiraba a convertirse en uno de los mayores hitos arquitectónicos de la época en el Viejo Continente. Desgraciadamente, las intenciones del alcalde Jerónimo Almagro se quedaron tan solo en una maqueta de metro y pico que debe andar perdida por alguno de los rincones del Ayuntamiento de Cádiz.

Con el nombre de Torre 3000 se intentaba conmemorar la trimilenaria historia de la ciudad, a la vez que «abrir una nueva época de expansión y progreso» para Cádiz, según recogen las crónicas de aquellos años. Se proyectó con una altura de 265 metros y un diámetro de 40 en su base hexagonal. Además, la intención es que hubiera ido acristalada en su totalidad.

Casi medio siglo después de dibujarla sobre papel, De Navascués recuerda que «fue un gran reto, un proyecto muy avanzado para su época. Me estudié todas las torres que se habían hecho en Europa por entonces para empezar a realizar el proyecto». Un desafío que contemplaba diez plantas en rampa destinadas al estacionamiento de vehículos y otras diez en las que se ubicarían apartamentos, salas de espectáculo y convenciones, guarderías, emisoras de radio y servicios de televisión. A la altura de 200 metros, a mayor altitud que las Torres del tendido eléctrico de Cádiz y Puerto Real –que cuentan con 156 y 160 metros, respectivamente– estaba previsto abrir un restaurante que permitiría una visión panorámica de la Bahía de Cádiz y buena parte de la provincia.

«Fue la propia Televisión Española la que vino a hablar con Jerónimo Almagro para plantearle la posibilidad de levantar una torre de telecomunicaciones en Cádiz con el objetivo de mandar la señal al otro lado del Estrecho de Gibraltar», rescata De Navascués. De hecho, los encargados de los servicios de radiodifusión y televisión de la época fueron los encargados de decidir el emplazamiento del edificio: a la entrada de la ciudad, entre la zona de Cortadura y el recién inaugurado puente José León de Carranza.

«Nunca me había enfrentado a un proyecto de ese calibre. El más arriesgado de toda mi carrera, sin duda alguna», narra De Navascués, que reconoce que «un arquitecto solo no podía encarar una torre de esa envergadura». Por ello, no dudó en ponerse en contacto con la empresa Entrecanales –actualmente Acciona, líder en la promoción y gestión de infraestructuras y energías renovables–, cuyos arquitectos e ingenieros ya habían colaborado con él en otras construcciones.

A comienzos de junio del año 1972, Jerónimo Almagro y el propio Javier de Navascués presentaron en el Ayuntamiento de Cádiz el arriesgado proyecto. Para ello se realizó una maqueta de casi un metro y medio de altura en la que quedaba fielmente reflejada el doble uso técnico y ciudadano de la Torre 3000. Pocos días después, alcalde y arquitecto se trasladaron hasta Madrid. Allí fueron recibidos por el entonces director general de Radiodifusión y Televisión, Adolfo Suárez, el mismo que se convertiría en presidente del Gobierno de España en 1976.

La respuesta desde la capital de España al proyecto de De Navascués se hizo esperar demasiado y las opciones para que la Torre 3000 se convirtiera en realidad se fueron poco a poco diluyendo.El obstáculo de la financiación era importante. «Jerónimo Almagro era una gran persona, pero eso no quita que debía haberse movido mucho más en la gestión del proyecto», comenta el padre del diseño, que además recuerda que «en la propia ciudad había mucha gente que no estaba a favor de la torre... fuego amigo, como yo lo llamo. De construirse, estoy seguro de que le hubiera dado mucha vida a Cádiz».

Un año y medio después de aquello, a comienzos de 1974, renacieron las esperanzas de que el proyecto viera la luz. Karl Lieser, arquitecto alemán creador de la Torre Henninger de Fráncfort, y Anne Breng Deciero, representante de un grupo financiero, visitaron Cádiz interesándose por el proyecto y se entrevistaron con Javier de Navascués. A pesar de que emprendieron el viaje de vuelta con una enorme cantidad de documentación sobre el proyecto, finalmente éste se quedó en la maqueta.

Quién sabe qué hubiera sido de Cádiz si el sueño de De Navascués se hubiera convertido en realidad. Quizá, hace tan solo tres días, los gaditanos se habrían sumado a la celebración del Día de los Rascacielos.