El alcalde, en la plaza de San Juan de Dios el día de su investidura
El alcalde, en la plaza de San Juan de Dios el día de su investidura - antonio vázquez
cádiz

Los agobios del alcalde del pueblo

La presión de la ciudadanía, que persigue a José María González allá por donde va con la intención de que solucione sus problemas, está pasando factura al edil

r. jiménez
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Dos meses pasan volando. O no. Pregúntenselo al alcalde. A ver qué responde. Ese es el tiempo que ha transcurrido desde que José María González agarró el bastón de mando del Ayuntamiento de Cádiz hasta este jueves. Sesenta días intensos, sufridos pero también disfrutados. Para el alcalde, neófito en las lides de dirigir los designios de una ciudad, más que para ningún otro miembro del equipo de Gobierno. Eso, seguro.

Ha sido un trecho complicado de recorrer. Y lo que queda... Kichi ha estado en el punto de mira de todos. Cada uno de sus movimientos ha sido examinado con lupa. Ha habido halagos y críticas. Ha tenido que bregar con sus oponentes políticos y con los mil y un frentes abiertos en la ciudad.

Pero eso lo sabía, viene en el contrato. Es su trabajo. Su obligación.

Lo que quizá no esperaba el alcalde es que el trabajo lo acompañara cada día en el camino a casa. Que lo esperara cada mañana entre los arcos del edificio de San Juan de Dios antes de atravesar su portal. Que lo siguiera por Pelota, Compañía, María Arteaga y Rosa una vez había abandonado el Ayuntamiento. Y que, incluso, el trabajo llamara a la puerta de su casa del barrio de La Viña. Que hiciera guardia junto a la esquina de su domicilio. Que su vida privada –por pequeña o grande que fuera– se esfumara de un plumazo. Zas. De un día para otro.

Son los efectos colaterales de haberse convertido en el alcalde de pueblo. Un pueblo que tiene urgencias y necesidades que deben solucionarse de inmediato y que, desde hace dos meses, acompañan a José María González allá por donde va.

Esta situación, que está empezando a pasar factura al alcalde, no es fruto de la casualidad. El populismo y el contacto directo con la ciudadanía que ha acompañado a 'Por Cádiz sí se puede' desde que arrancara la campaña electoral han elevado la figura del edil a la de casi un salvador. Una admiración desmesurada y unas expectativas desproporcionadas que para el alcalde suponen un plus de presión añadido al que ya de por sí trae consigo de serie el hecho de dirigir un Ayuntamiento.

El Ayuntamiento de Cádiz eludió ayer confirmar o negar la existencia de estos episodios. Sin embargo, el alcalde, José María González, aseguró en redes sociales que a él no le molestan sus vecinos, «será a otros».