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Niños jugando en una de las guarderías del centro - víctor lópez
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Menos plazas privadas para los niños del casco antiguo de Cádiz

Solo uno de los tres centros de esta tipología que iniciaron el curso 2014/15 abrirán sus puertas en septiembre

raúl jiménez
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A nadie escapa que cada día resulta más complicado conciliar vida personal y laboral, sobre todo en las familias en las que tanto el hombre como la mujer trabajan. Esta situación se agrava especialmente cuando existen hijos y, aún más, cuando éstos son pequeños y aún no tienen edad de escolarización.

Ante este panorama, los centros de educación infantil o guarderías se convierten en auténticos salvavidas para estas familias, pues la flexibilidad de horarios que ofrecen en la actualidad permiten que el trabajo y el cuidado de los menores pueda desarrollarse de forma paralela.

Trasladándonos a Cádiz, y más concretamente al casco antiguo de la ciudad, esta posibilidad de conciliar vida laboral y familiar se verá mermada el próximo curso, pues de los tres centros infantiles de carácter privado que estaban al servicio de los gaditanos al inicio del pasado curso, tan solo uno abrirá sus puertas el próximo mes de septiembre.

La guardería Arcos Iris, situada en el número 64 de la calle Sagasta, se convertirá de esta forma en el único referente privado en el centro de la ciudad, donde además de la Escuela Infantil Municipal y el Centro de Educación Infantil Virgen de La Palma, dependiente de la Junta de Andalucía, tan sólo existe una guardería concertada con la administración autonómica: la Escuela Infantil Doña Popi, ubicada en la calle Cobos, muy cerca de la plaza de la Catedral.

Si echamos un vistazo a la lista de espera con la cuenta este centro que tiene concierto con la Junta –lista que se ha multiplicado en los dos últimos años– nos hacemos una idea de la increíble demanda de plazas existente en esta zona de la ciudad.

«En el centro de Cádiz hacen falta por lo menos dos escuelas más», sentencia Sonia Cabello, que junto a Virginia López, dirige la Escuela Infantil Doña Popi. Después de ocho años al frente de la guardería, ella controla a la perfección la situación se vive en el casco antiguo de la ciudad.

«De cara al próximo curso y durante el pasado hemos tenido muchísimas peticiones. Habitualmente, los niños que contaban con una valoración de 6 puntos tenían el acceso a nuestro centro prácticamente garantizado, pero ahora se da la circunstancia de que pequeños con 7,5 puntos se han quedado fuera», explica Sonia, que a día de hoy cuenta con una lista de espera que supera los 40 niños.

Las plazas concertadas con las que cuenta el centro son 41, pero sus rectoras han pedido una ampliación del concierto hasta las 74 a la que la Junta de Andalucía no ha dado respuesta.

Pocas soluciones

Ante este panorama, los centros infantiles de carácter privado se convierten en una posible solución a tanta demanda, pero no todos los bolsillos pueden hacer frente a los 300 euros de media –aula matinal, servicio educativo y comedor– que suelen costar estas guarderías.

Para más inri, el centro de la ciudad se queda con tan solo una escuela privada disponible después del cierre de las otras dos que existían. El Patio, situada en la calle Fernán Caballero, cerraba sus puertas a mitad del curso pasado al no contar con el beneplácito del dueño del edificio para hacer frente a las exigencias de la Junta de Andalucía en cuanto a eliminación de barreras arquitectónicas.

El otro centro privado que no iniciará el próximo curso es La Casita Mágica de San Martín, situado en la calle Obispo José MaríaRancés del barrio del Pópulo y que, aún en activo, en dos semanas dejará de prestar servicio. La titularidad del edificio es ahora del Obispado de Cádiz y Ceuta, que ha tomado la decisión de dar otro uso al centro, donde está proyectado que la FundaciónEducatio Servanda lo convierta en una institución para ofrecer estudios superiores.

Así las cosas, muchos padres que residen en el casco antiguo de la ciudad han tenido que tomar la decisión de matricular a sus hijos en centros privados de extramuros –como es el caso del Josefina Fornell de la barriada de Astilleros– con todos los inconvenientes que ello trae consigo a la hora de llevarlos y recogerlos.

Otros han optado por confiar el cuidado de sus pequeños a ludotecas privadas que, de un tiempo a esta parte, ofrecen una oferta horaria prácticamente calcada a las de los centros de educación infantil.