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Todo es mentira

Ignacio moreno
Actualizado: Guardar
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No se crean nada. Si uno afirma que Cádiz no es moneda de cambio, no se lo crean. Si otra declara que su investidura como presidenta de la Junta no tiene nada que ver con lo que ocurra en los ayuntamientos, mentira podrida. Y sobre todo, si todos y cada uno de los candidatos afirman y repiten hasta la saciedad que lo primero es su ciudad y los ciudadanos, esa es la mentira más gorda de todas. La que, de existir, les va a llevar de cabeza al infierno.

Desde el pasado estamos asistiendo a un culebrón de negociaciones, declaraciones públicas y rumores como no se ha vivido jamás en España. No tiene parangón lo que está ocurriendo porque nunca el voto estuvo tan repartido.

Lo que en principio debería redundar en beneficio de los ciudadanos –la pluralidad, el diálogo y demás parabienes– se está tornando en todo lo contrario. Los intereses partidistas de todos y cada uno de los candidatos están muy por encima de los de las ciudades y pueblos. El diálogo se ha convertido en exigencia y la pluralidad en sectarismo. Y así estamos, viviendo en una montaña rusa de certezas, que un día son y al día siguiente ya no.

Ocurre que al final del camino, en apenas seis días, todo esto debe convertirse en algo concreto. Sea lo que sea. Y en el caso de Cádiz capital sólo hay dos opciones: Kichi o Teófila. La segunda ganó las elecciones. El primero actúa como si lo hubiera hecho. Y ha decidido erigirse en el salvador de la patria. Basa su discurso en las formas más que en el fondo. En que la ciudadanía reclama más participación en política. Su base científica son los 200 asambleistas que se lo gritan cada vez que se reúnen. Pero habría que preguntarle a los 18.000 restantes que le han votado. Y a los más de 80.000 que no lo han hecho. Personalmente –igual es un problema mío– no tengo ningún interés en participar en política. No me interesa lo más mínimo asistir a asambleas y levantar la mano para votar a favor o en contra de si las farolas del Campo del Sur deben ser negras o rojas. Ni siquiera acudo a las reuniones de mi comunidad y la asociación de vecinos de mi barrio no la he pisado en mi vida. Tengo demasiadas ocupaciones laborales y familiares –más algún hobby deportivo– como para ello y precisamente para esas cosas ejerzo mi derecho a votar. Para delegar en una lista de representantes públicos. Mis representantes. Y si no me gusta como lo hacen, en las próximas elecciones ya me pensaré si volver a darles mi confianza o buscar a otros. Así que eso que Podemos afirma con tanta rotundidad de que los ciudadanos reclaman poder participar en política es sencillamente mentira. Si acaso lo reclamarán unos pocos. Los de su círculo. Los más ‘jartibles’. Los que desde luego no pueden decidir cuál es el futuro de Cádiz. Fundamentalmente porque nadie les ha votado. Eso está muy bien para los colegios de los que proviene Kichi, pero no para toda una ciudad. Nuestra ciudad.

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