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Ensayo sobre la lucidez

yolanda vallejo
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Con una clarividencia que espanta, escribió Saramago hace una década lo que podríamos llamar, más que una novela, una profecía sobre el resultado de unas elecciones municipales cualesquiera, unas elecciones municipales que bien podrían haber sido estas. Asusta un poco volver a leer su ‘Ensayo sobre la lucidez’ sabiendo ya que siempre la ficción supera a la realidad. Asusta un poco leer cosas como «hay quien opina que es mejor no atizar la vara en el lomo del animal, dejar las cosas como están, el pdd en el gobierno, el pdd en el Ayuntamiento, hacer como que nada ha sucedido», o cosas como «los dirigentes del partido de la derecha que preside el Ayuntamiento, parten de la convicción de que ese triunfo, indiscutible, dicen ellos, les servirá la victoria en bandeja de plata (…); en cuanto al partido de la izquierda, después de que se reunieran sus máximos órganos directivos y tras un largo debate, elaboró e hizo público un comunicado en el que expresaba su más firme esperanza de que el acto electoral había hecho nacer las condiciones políticas indispensables para el advenimiento de una nueva etapa de desarrollo y amplio progreso social.

No juraron que esperaban gobernar el ayuntamiento, pero se sobreentendía». Demasiado cercano todo, ¿verdad?

Aunque si lo analizamos con detenimiento, el caso de Cádiz está adquiriendo ya tintes de novela negra y de intriga. Un auténtico bestseller de estación de tren. Da un poco la sensación de que estamos asistiendo una y otra al mismo acontecimiento pero visto cada día desde la perspectiva de uno de sus protagonistas. Algo así como el juego narrativo empleado en Las Amistades Peligrosas -el ejemplo también viene muy apropósito con la actualidad- o la técnica Rashomón, es decir, contar el mismo hecho desde distintos puntos de vista de manera que cada voz es diferente a la anterior y a veces contradictoria y donde el espectador –usted y yo en este caso- es libre de tomar partido por uno, o por otro, o por ninguno, o por todos, o por quién sabe. Así llevamos desde el pasado día veinticinco de mayo. Unas veces está todo clarísimo y ya todo el mundo ve a José María González como Alcalde con sus camisas por fuera y su torpe aliño indumentario. Otras veces está tan clarísimo, que Teófila vuelve a revalidar su sillón y se le vuelve a dar un voto de confianza, aunque sea el último. Otras, está tan claro que Bruno García León ocupará la Alcaldía que incluso se habla de homenajes y despedidas con absoluto convencimiento. Otros días está claro que el PSOE pactará con el PP, clarísimo. Y otros días el pacto entre Por Cádiz Sí Se Puede y PSOE se da por cerrado. Y como en el día de la marmota, se levanta uno cada mañana a verlas venir, y dispuesto a cambiar de opinión si es necesario. Muy cansino todo. Y muy poco lúcido, la verdad. Porque puestos a perderles el respeto a los políticos no eran necesarios los monólogos del club de la comedia, ni las sitcom en los salones del Ayuntamiento, ni siquiera la Asamblea que pudo haber sido y no fue del pasado viernes. De cómo perder el poco crédito que tenían y no morir en el intento, pueden escribir un manual nuestros candidatos después de esto.

Porque yo, insisto. Si van a hacer pactos entre ellos por puro interés partidista o personal, lo podían haber avisado antes. Así nosotros nos habríamos ahorrado mucho tiempo y ellos mucho dinero en la campaña electoral. De qué le habrá servido, me pregunto, a la gente votar a Ciudadanos o a Ganar Cádiz si ahora no son más que apéndices de los otros candidatos. Si la coalición de izquierdas se inclina ante PCSSP, está faltando al respeto de quienes depositaron su voto tan convencidos como los que optaron por Ciudadanos esperando un cambio que ni fue, ni es, ni será. Un mamarracho, que sin embargo, no es nuevo, está en las hemerotecas, sólo es cuestión de buscarlo.

A las hemerotecas se puede ir de dos formas. O para constatar cómo hemos cambiado, y entonces se va uno al glorioso Corpus Christi de principios del XX como antídoto de este, o se va para confirmar que lo del día de la marmota no es patente nuestra.

Leo un artículo titulado ‘La cuestión electoral de Cádiz’ en el que se hace un análisis de la situación de la ciudad ante la fragmentación de partidos que concurren a las elecciones; dice cosas como que algunos candidatos «se revelan contra el poder y vuelven sus palabras a la dignidad del hombre y a los derechos del pueblo», habla de la crisis, de la falta de agua en algunos barrios, de la corrupción, de la autopropaganda, del populismo y avisa a los políticos «Fijad la vista en Cádiz, contemplad su decadencia y elegid un alcalde, no un agente de negocios de la fracción vencedora». No es de ayer, aunque lo parezca, lo firma el gaditano X. en abril de 1866. «Triste es por cierto –concluye– lo que en esta ciudad acontece». Tan lúcido que asusta.

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