Los de fuera
Actualizado: GuardarEsta semana hemos sido noticia por ocupar un lamentable segundo puesto entre las provincias con el mayor número de delitos de odio registrado en España. Solo nos supera Barcelona por un margen de 10 casos. La Unidad de Delitos Tecnológicos de la Policía Nacional confirma que un porcentaje muy alto de los casos de xenofobia, homofobia y el resto de delitos de esta naturaleza se llevan a cabo, bajo el amparo del anonimato, en Internet o usando los programas de mensajería inmediata. Por eso no sorprende que, sin llegar a esos extremos, en numerosos mensajes en redes sociales o incluso en comentarios on-line a artículos de prensa, se observe un creciente número de críticas, esta vez dando nombre y apellido, utilizando como base de la argumentación el que la persona a la que se critica sea “de fuera“.
Si que sorprende, en cambio, que esas actitudes ocurran en Cádiz y, sobre todo, que ocupemos ese triste puesto en el ránking nacional. Porque, vamos a ver, ¿quien es de Cádiz, Cádiz? Parece como si nuestros más antiguos antepasados, los fenicios, hubieran surgido por generación espontánea en una maceta del parque genovés. Parque que lleva ese nombre, no por los numerosos genoveses que, junto a otros muchos comerciantes llegados de otras tierras, tuvieron tanto que ver con el pasado más brillante de nuestra historia, sino por el hombre que diseñó los jardines tal como los disfrutamos hoy y que, por cierto, tampoco nació en Cádiz sino en Valencia. Y ya que del pasado hablamos ¿dónde estaría nuestra huella romana si a los abuelos cartagineses de los Balbos no se les hubiese ocurrido venirse para acá? Y, desde luego, sin la repoblación medieval con vizcaínos, cántabros, asturianos, castellanos, gallegos, catalanes pero, también, portugueses e italianos, nuestra dotación genética sería seguro muy, pero que muy limitada. Y si nos acercamos más en el tiempo, es que alguien puede imaginar la ciudad sin sus gallegos y sus freidurías o sin esos chicucos que, hace un siglo, convirtieron Cádiz en su particular América. Ni siquiera con el más superficial análisis genealógico, nadie de por aquí sería capaz de superar la prueba del algodón de la pureza gadita. Motivo más que suficiente para reflexionar.
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