Las que devuelven la esperanza
Mujer Gades trabaja para que mujeres en exclusión recuperen la autoestima
Actualizado:En la esquina entre la calles Sacramento con Alcalá Galiano hay un espacio para renacer. Allí llegan mujeres en horas bajas y de allí salen mujeres que han encontrado un tesoro: a sí mismas.
Ese es el objetivo de Mujer Gades, ayudar a que mujeres que ejercen o han ejercido la prostitución, que son o han sido víctimas de cualquier tipo de violencia, que están en situación de exclusión social, descubran que pueden salir adelante. «Llegan buscando que alguien les solucione sus problemas, pero lo que nosotros intentamos es que se den cuenta de que las que tienen la llave para hacerlo son ellas mismas», explican algunas de las trabajadoras del colectivo.
Porque en el Centro Social Polivalente Mujer Gades hay trabajadoras, concretamente cuatro: la coordinadora, Ana Gómez; las trabajadoras sociales Gema Herrero y Verónica Benítez; y la educadora Concha de la Vega. Ellas llevan el peso de un centro que el año que viene cumple 25 años. Junto a ellas y en el centro de todo, las hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. Esta congregación religiosa es la responsable de la apertura y el mantenimiento de este colectivo. Ahora quedan cuatro hermanas en Cádiz que siguen siendo voluntarias en las distintas actividades del centro. No obstante, es su carisma el que se mantiene en el trabajo diario de un colectivo cuya misión puede incluso sorprender.
Y es que la educación y la prevención sexual es parte fundamental en el trabajo de Mujer Gades. En sus comienzos sus usuarias objetivo eran mujeres que ejercían la prostitución. Hoy siguen siendo parte fundamental de su trabajo. Se les atiende y se les acompaña, se les da formación de tipo sexual y de tipo académico, «porque la mayoría están en este negocio porque no han tenido la posibilidad de acceder a un mercado laboral normalizado». En el colectivo se realizan pruebas de VIH, se forma sobre prácticas sexuales de riesgo y se reparte material anticonceptivo.
Y las usuarias son muchas, porque aunque en Cádiz no haya grandes clubs de alterne ni zonas donde la práctica de la prostitución sea especialmente visible, el negocio florece en pisos privados. Pero en los últimos años, con la llegada de la crisis hay una diferencia notable, y es que el perfil de estas mujeres ha cambiado. «Antes eran casi todas extranjeras, ahora cada vez hay más españolas».
Con ellas se trabaja en cuestiones de salud. Gracias a un convenio con el SAS, en Mujer Gades se tramita la tarjeta sanitaria para las mujeres extranjeras que no tienen derecho a ser atendidas en la Seguridad Social. Pero el trabajo, como especifica Ana Gómez, va mucho más allá, con ellas y con cualquier otra mujer que llegue al centro por iniciativa propia o derivada desde otra entidad pública o privada.
El trabajo que se hace con estas mujeres es «integral». «Emocionalmente llegan a nosotras rotas, sin esperanza ninguna, sin saber que hacer para salir adelante. Pero de repente se encuentran con que hay otras mujeres como ellas, con situaciones parecidas, y ahí es donde empezamos a actuar. Lo que intentamos es que se autoconozcan y sepan que tienen muchas habilidades, lo único que hay que hacer es desarrollarlas», explican.
Perspectiva de género
Y todo esto desde la perspectiva de género, porque las trabajadoras de Mujer Gades están convencidas de que «el empoderamiento es fundamental. Nosotras podemos ayudar, pero todo depende de ellas, de las ganas que tengan de salir adelante».
Las técnicas de Mujer Gades, igual que los 14 voluntarios que hacen posibles los talleres que ofrece el colectivo, dejan en la calle los prejuicios antes de entrar por la puerta. «Nunca enjuiciamos. Las mujeres son libres de hacer lo que crean conveniente, nuestra labor es ofrecerles herramientas para que puedan ser autónomas».
Y para eso se dan clases de alfabetización y de preparación para obtener los certificados de educación básica. Además, como novedad este año, se ha empezado a impartir un curso orientado a la inserción laboral. En este caso se forma a las mujeres como camareras de piso, «y no queremos decirlo muy fuerte, pero parece que algunas de las que están haciendo prácticas van a conseguir un contrato».
Hay otros programas en Mujer Gades que también consiguen la inserción laboral de las mujeres mediante convenios y prácticas en empresas que se ajustan al perfil de cada una.
Actualmente hay unas 26 mujeres participando de forma continuada en los talleres de Mujer Gades. Pero su vinculación con el colectivo y con sus trabajadoras no se acaba ahí. «Muchas veces parecemos niñas, todo el día con el teléfono en la mano hablando por el ‘whatsapp’, pero es que es así como nos comunicamos con nuestras mujeres, para que no gasten dinero. Luchamos porque sean capaces de salir adelante por sí mismas, pero siempre estamos aquí para lo que necesiten, y para ellas somos una referencia».
Saben que su papel es importante, porque una nota común entre las mujeres que acuden al colectivo es la falta de red de apoyo. Por lo demás, el perfil es muy variado: mujeres entre 21 y 65 años y con distintas necesidades, pero todas básicas, ya sean económicas o emocionales. Todas quieren que alguien les escuche.
Y casi todas encuentran allí el estímulo para volver a creer en sí mismas.