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El hundimiento de Rato
El exvicepresidente del Gobierno gastó con su 'tarjeta negra' casi 100.000 euros que no declaró a Hacienda
Actualizado: GuardarHay algún maleficio insondable, enigmático, que genera desgracias en la familia Rato cuando alguno de sus miembros osa poner sus pies en la banca. El asunto siempre acaba en los juzgados y con mucho aparato eléctrico. Rodrigo Rato quizá ha visto estos días pasar por su cabeza algunos fantasmas del pasado, mientras se siente protagonista de una actuación poco edificante y un juez le cita ya como imputado para que aclare el uso de las famosas 'tarjetas negras' de Caja Madrid.
Su padre, Ramón Rato y su hermano mayor -también Ramón de nombre- acabaron con sus huesos en la cárcel en 1966, acusados de «evasión de divisas» desde el banco controlado por la familia, el Banco de Siero, a una filial que habían creado en Suiza. Rodrigo presenció la detención de ambos en directo, porque la Policía no dudó en interrumpir el banquete de la boda de su hermana María de los Ángeles para ejecutar la orden judicial. La familia justificó aquel suceso traumático como una venganza directa de Franco, ya que al patriarca de los Rato no se le había ocurrido otra cosa que reclamar la devolución de un crédito a Nicolás, el hermano del dictador de costumbres morosas.
Silencio, se juzga
Asesorado quizá por algún abogado de confianza -profesionales que siempre prefieren salvar a su clientes de la cárcel, aún a costa de que caiga sobre ellos tanta mierda que les impida respirar-, el exvicepresidente del Gobierno del PP, el otrora padre del milagro económico en la España contemporánea, guarda silencio. Según los apuntes contables que están en manos del Juzgado que instruye el denominado 'caso Bankia', dispuso de 99.057 euros que jamás declaró en sus declaraciones de Renta. Un sobresueldo, instrumentado a través de una tarjeta de crédito cuyo saldo recaía sobre una cuenta corriente de la entidad financiera, sobre la que hay pocas dudas: la mayor parte de los gastos tienen difícil justificación bajo el epígrafe de la «representación» empresarial. Salvo que cortarse el pelo, comprar instrumentos musicales, artículos de marcas de lujo y otros de arte sacro, puedan considerarse como tales. Si acaso, puede argumentar en su favor -otra cosa es que pueda demostrarlo- que varios miles de euros gastados en bebidas alcohólicas, clubs, discotecas, comidas y cenas, tenían como objetivo cerrar negocios que beneficiaban a la entidad financiera. Más raro todavía es haber dispuesto de 17.300 euros en metálico, obtenidos directamente del cajero automático, para gastos que no dejan el más mínimo rastro.
Quizá no sea delito penal lo que ha hecho y el haber devuelto al menos una parte del dinero dispuesto puede trasladar el mensaje de arrepentimiento, pero no tiene escapatoria a los ojos de la sociedad. A un exministro de economía, exdirector del Fondo Monetario Internacional y asesor del Banco Santander en ejercicio, se le supone formación más que suficiente para distinguir a 100 kilómetros la diferencia entre los ingresos legales y el 'dinero B' . Y el de las tarjetas de directivos y consejeros de Caja Madrid y Bankia, si mereciese alguna calificación de una empresa de rating, sería identificado como 'triple B'.
Niño rico, final pobre
La peripecia puede ser el final de su carrera, política y profesional. Incluso puede ser la causa de su expulsión del PP. Curioso ocaso generado por 100.000 euros para alguien que nació rico, en el seno de una familia asturiana acomodada. Nunca hizo el más mínimo esfuerzo por ocultarlo, de ahí que muchos de sus compañeros de partido aún recuerden sus desplazamientos de mitin en mitin, en los inicios del Partido Popular, a los mandos de aquel Porsche rojo descapotable de niño pijo y altanero. Quizá fue esa misma autosuficiencia la que le llevó a doctorarse en Economía en 2003, cuando aún era vicepresidente del Gobierno, con una tesis que no era producto de la investigación bibliográfica sino de su gestión personal. Lo definió como «círculo virtuoso de la economía española», que consistía en reducir el gasto público al mismo tiempo que se bajaban los impuestos, para obtener un crecimiento acelerado del PIB. Lo cierto es que aunque recibió la máxima calificación académica -de un tribunal plagado de amigos-, hay que convenir que su trascendencia fue limitada. Cuando el PP recuperó el poder a finales de 2011, sus excompañeros de fatigas gubernamentales, Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro, decidieron aplicar la receta contraria: una subida de impuestos.
La historia de la tarjeta de crédito 'gratis total' puede transmitir la idea de que Rato es un derrochador. Y lo cierto es que si algún rasgo destaca en él es justo lo contrario. Todo el mundo en el PP le tiene por «tacaño» y hasta «cutre» en algunas facetas de su imagen pública, como el escaso cuidado que ha puesto siempre al elegir su ropa. Misterios de la vida privada.
Licenciado en Derecho, se adentró en el mundo de las cifras y los negocios con un máster en administración de empresas de la Universidad de Berkeley. Allí, además del título, vivió una apasionada aventura con una pelirroja que le llevó a dejar a su novia, literalmente, ante el altar. Las invitaciones al enlace ya habían sido enviadas y la ruptura generó una conmoción familiar. Otro misterio del personaje porque, aunque no lo aparenta, todo apunta a que Don Rodrigo ha sido un Casanova de los que juegan en las ligas mayores.
Y es que quizá no haya uno, sino dos Rodrigos Rato. Uno el virtuoso y otro el tunante.