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El aventurero en su burbuja, que a la izquierda es fotografiada por los guardacostas que le rescataron. :: R. C.
Sociedad

Por el mar corren las liebres

Un maratoniano es rescatado tras fracasar en su intento de viajar dentro de una burbuja de plástico desde Florida a las Bermudas

PASCUAL PEREA
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Reza Baluchi es un experimentado maratoniano que atesora marcas tan impresionantes como bordear los Estados Unidos al trote o cruzar el país en diagonal entre Los Ángeles y Nueva York, 4.500 kilómetros corriendo. Así que tiene sentido que tratara de conseguir un nuevo récord haciendo lo que mejor sabe. Lo que parece menos sensato es el trayecto que escogió: la porción de Océano Atlántico que separa Florida de las islas Bermudas, 1.667 kilómetros en línea recta. Como Reza aún no es capaz de andar sobre las aguas, optó por utilizar el 'Hidro Pod', una burbuja de plástico inflada, de unos tres metros de diámetro, que se desplaza sobre el mar al tiempo que él corre por su superficie interior como lo haría una cobaya en su molinillo.

Baluchi, un iraní exiliado en Estados Unidos, es un espíritu libre y optimista, que planeaba alimentarse de barritas energéticas y de lo que pescara en los ratos de descanso y dormir en una hamaca tendida de lado a lado de su burbuja. «Mi corazón es amor y yo sigo a mi corazón donde me lleve, en paz a lo largo del mundo», predicaba Reza antes de comenzar su aventura, la primera de las tres etapas previstas del triángulo de las Bermudas (las otras dos serían Bermuda-Puerto Rico y Puerto Rico-Miami). Pero su corazón no le ha llevado tan lejos como esperaba. Salió de Miami el martes 30, y ya el miércoles pasado llamó a los guardacostas para preguntarles por dónde quedaban las Bermudas. Estos le informaron de su situación -en una semana apenas había avanzado hacia su objetivo- y enviaron un barco en su búsqueda, que le alcanzó al día siguiente. El capitán Todd Coggeshall le explicó que apenas había hecho progresos, que se avecinaba mal tiempo y que, a ese ritmo, sus escasas provisiones se le acabarían mucho antes de alcanzar su meta. «Llevo dos años preparándome para esto», respondió Baluchi con tozudez, y siguió su camino. Dos días más tarde, sin embargo, activó su radiobaliza de socorro y un helicóptero de salvamento le rescató, agotado y desorientado pero indemne. Se encontraba todavía a unas 70 millas al este de Saint Augustine, Florida.

El de Baluchi es el último de una infinidad de intentos fracasados de hacer historia enfrentándose en solitario a la inmensidad del océano con los medios de transporte más variopintos. Uno de los más llamativos tuvo lugar hace justo un año cuando el aventurero Jonathan Trappe, de 39 años, aterrizó de emergencia en las costas de Terranova pocas horas después de despegar de Maine, Estados Unidos, rumbo a Europa en una barquilla sustentada por 370 globos de colores hinchados con helio.

En 1876, y por una apuesta de taberna, el danés Alfred Johnson se lanzó a la mar en Massachusetts a bordo del 'Centennial', un velerito de seis metros de eslora. Un mes después apareció sano y salvo en Gales. Fue el primero de los navegantes solitarios, una estirpe con figuras legendarias como Joshua Slocum, que recorrió 46.000 millas en tres años de singladura alrededor del mundo a bordo del 'Spray'... y sin saber nadar.

Tras su estela, cientos de navegantes solitarios cruzan el Atlántico cada año en velero, y un centenar lo han hecho a golpe de remo y sin asistencia. Álvaro de Marichalar, nuestro aventurero del papel couché, lo hizo en una moto de agua y escoltado por un barco de apoyo. Nobleza obliga.