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La gente aprovecha los barrotes y los soportes de las macetas para enganchar sus candados. :: J. A. C.
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Chiclana se engancha al amor

El Puente Chico ya acumula un centenar de los populares candados

JESÚS A. CAÑAS
CHICLANAActualizado:

Cambiaron el Sena o el Tíber por el río Iro. Decidieron que la ciudad del vino y la sal tampoco desmerecía a la ciudad eterna o la de la luz. Se dejaron embaucar más por las puestas de sol entre salinas, silueteadas por un puente azul, que por la muerte del astro en las ciudades más evocadoras de Europa. O quizás el origen fue más práctico que chovinista. Porque es más rápido y barato, aunque quien sabe si igual de efectivo, colocar tu candado del amor en el Puente Chico que hacerlo en sus homólogos Milvio en Roma o De las Artes en París. Sea como sea, lo cierto es que el fenómeno de los candados del amor ha tomado fuerza en la localidad chiclanera. Si bien desde 2009 ya comenzó a haber candados, lo cierto es que en los últimos tiempos su número ha ido en ascenso. En la actualidad ya son casi un centenar los que aportan retazos de historias de amor.

Esteban y Vanessa dejaron su señal de amor en 2012, mientras que Mamen y Dani hicieron lo propio un año después. Por el Puente Chico han pasado Juan e Isabel, Raquel y Gonzalo e incluso Antonio y Juan. Todos han ido enganchando a sus barrotes candados que hoy resisten al paso del tiempo. Y parece que será por mucho tiempo porque fuentes del Ayuntamiento explican que, de momento, no lo consideran un problema ni se plantean retirarlos. Una situación bien distinta a la vivida en Roma y en París, donde la superpoblación de candados ha llevado a que incluso se desprendieran por el peso partes de los puentes donde estaban enganchados los candados.

La costumbre comenzó en 2006, a partir de la novela 'Tengo ganas de ti' de Federico Moccia. Desde ese momento, muchos se han sumado a repetir el gesto de los protagonistas de la novela: cerrar el candado y arrojar la llave al río, como símbolo de amor eterno. La costumbre no tardó mucho en extenderse por todo puente que discurriera por ciudades como Sevilla (en el Puente de Triana), en Ronda (en el Puente Nuevo) o en Cangas de Onis. Y Chiclana no podía ser menos. Porque los gestos de amor no entienden de ciudades y cualquier lugar es adecuado para jurarse amor eterno, incluso el Iro y su Puente Chico.