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Un grupo que retiraba una valla de los manifestanes prodemocracia se revuelve contra un joven que lo impedía, en Causeway Bay. :: A. O. / AFP
MUNDO

La división social asoma en Hong Kong

Las reivindicaciones al régimen de Pekín a favor de la democracia hacen saltar las diferencias políticas y sociales entre hongkoneses y chinos

PABLO M. DÍEZ ENVIADO ESPECIAL
HONG KONG.Actualizado:

Cuando parecía que la 'Revuelta de los Paraguas' languidecía por el diálogo abierto entre los estudiantes que piden democracia y el Gobierno regional, la tensión volvió a estallar ayer en Hong Kong. Con los manifestantes levantando sus campamentos decepcionados por no haber forzado la dimisión del jefe ejecutivo, Leung Chun-ying, durante todo el día se repitieron altercados con contrarios a las movilizaciones. Envalentonados por lo que parecía el fracaso de las protestas, éstos increpaban a los movilizados por los perjuicios ocasionados a la ciudad, se reían de ellos por su fracaso y, lo más importante, apoyaban al régimen chino, del que depende esta antigua colonia británica desde su devolución en 1997.

Tanto en la zona comercial de Causeway Bay, en la isla de Hong Kong, como en Mong Kok, al otro lado de la bahía en Kowloon, los detractores de las protestas intentaban retirar por la fuerza las vallas con que habían cortado las calles los manifestantes. En la mayoría de los casos, estos incidentes no pasaron de los empujones y los insultos mientras la Policía permanecía bastante pasiva.

Pero en Mong Kok, un área con abundante población venida de China continental, un grupo con varios cientos de hombres de mediana edad, que se cubrían los rostros con máscaras, atacó por la tarde el campamento de los manifestantes. Muy superiores en número, los echaron a patadas y luego destrozaron sus tiendas y puestos, robándoles los víveres que custodiaban los voluntarios para repartirlos entre los jóvenes congregados. Con fotos incluidas, la noticia se propagó por las redes sociales y miles de partidarios de las protestas acudieron de inmediato a la zona.

«Me he enterado del asalto por Internet y he venido corriendo para proteger a los manifestantes», relataba a este periódico Dennis, un oficinista de 34 años que prefería no decir su apellido pero contaba que había tardado una hora en llegar porque venía en autobús desde los Nuevos Territorios, cerca de la frontera con China. «Hay rumores de que el ataque ha sido perpetrado por matones de alguna 'triada' (mafia) a los que les han pagado 800 dólares de Hong Kong (el equivalente a 82 euros)», explicaba citando de nuevo a las redes sociales como el origen de estas habladurías.

Cierto o no, los simpatizantes de las protestas se mostraban convencidos de que el ataque había sido organizado y, en un nuevo estallido de indignación, se echaban en masa a la calle. Gritando proclamas como «Proteged a los estudiantes» y «Llamad a la Policía», miles de personas arrinconaron a varios grupúsculos de agresores en la intersección de Nathan Road con Argyle Road.

«Hemos venido aquí para impedir que peguen a los manifestantes. No vamos a recurrir a la violencia, pero tampoco vamos a dejar que se marchen», prometía otro joven frente a varios atacantes atrapados ante una sucursal del banco HSBC. Mientras unos y otros se insultaban y amenazaban, la Policía había formado dos cordones de seguridad a varios metros de distancia, pero no intervenía ni siquiera cuando se desataba alguna pelea. Aunque los manifestantes levantaban los brazos para no llevar a cabo acciones violentas, la tensión era tal que muchos empujones acabaron a puñetazo limpio. Al cabo de un par de horas de trifulcas, en las que dio tiempo a que cayera un aguacero que no despejó el lugar, la Policía separó finalmente a ambos grupos mientras detenía a algunos de los atacantes del campamento, que eran abucheados por un bando y aclamados por el otro.

Como respuesta, la comunidad china que vive en la zona también se echó a la calle coreando soflamas contra los estudiantes y a favor del Gobierno central de Pekín. Exaltado, un hombre de unos cincuenta años agitaba tres pequeñas banderas chinas mientras, a su lado, una mujer de su edad intentaba atravesar la barrera policial para agredir a los manifestantes. «Los estudiantes dicen que China nos quita la libertad, pero yo amo a Hong Kong y veo que son ellos los que están enturbiando nuestra vida», se quejaba la mujer en mandarín, con un fuerte acento cantonés.

Para contener las protestas, la Policía pidió por megafonía a la multitud que se dispersase, desplegando agentes con cascos y escudos ante su negativa y preparándose para otra noche de graves disturbios.

Provocaciones

«Han venido a provocarnos y a atacarnos, pero hemos respondido de forma pacífica y ahora la Policía quiere que nos marchemos», protestaba Kit Loi, una vecina que resaltaba las diferencias entre las dos comunidades. «Nosotros nos sentimos hongkoneses y ellos chinos aunque muchos hayan nacido aquí. Cada vez vienen más chinos a vivir aquí o de compras y han cambiado el barrio, donde los precios han subido porque se ha llenado de joyerías, tiendas de electrónica y farmacias para ellos», se quejaba la mujer.

Además de despreciar sus formas rudas, Kit Loi criticaba que «los turistas chinos vienen aquí y piensan que nos están salvando la vida porque tienen mucho dinero, mientras nosotros tenemos que trabajar duro y ahorrar para pagar nuestras hipotecas», resumía al hacer alusión a un problema que no es sólo político, sino también social.