Un cuerpo lleno de secretos
La salida de Julia Pierson descubre la decadencia de un servicio de elite cuya imagen tenía que haber limpiado
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarSu predecesor había estado siete años en el cargo, ella uno y medio. Mark Sullivan había sobrevivido a otros escándalos del cuerpo cuando una pareja de 'socialités' logró colarse sin invitación en la Casa Blanca y fotografiarse con todas las personalidad invitadas a la cena de estado en honor del primer ministro indio. Él era también el director de los servicios secretos cuando Oscar Hernandez le metió siete tiros a la Casa Blanca, sin que sus hombres se dieran por enterados hasta que cuatro días después una camarera encontró los cristales de rotos. Por su incompetencia y, sobre todo, por su secretismo, Michelle Obama estaba furiosa, pero no fue hasta que se supo que sus agentes se emborrachaban con prostitutas en Cartagena de Indias que perdió el puesto. Julia Pierson, de 55 años, ha caído por menos, aunque la arrastraba el peso de la cultura creada por su antecesor, de la que ella misma ha sido parte durante 30 años en el cuerpo. Su principal error, como el de Sullivan, pensar que podía mantener en secreto los secretos del Servicio Secreto.
Antes que a Pierson Barack Obama le había ofrecido esa misión a David O'Connor, un agente retirado al que se recordaba su inquebrantable disciplina. Sin embargo, las acusaciones racistas que teñían el pasado del antiguo asistente del director complicaron la decisión. Al final fue él mismo quien declinó la oferta.
La alternativa fue Prieston. A todos se les llenó la boca de orgullo al hablar de la primera mujer que dirigiese el cuerpo de élite, plasmado en el cine por Clint Eastwood 'En la línea de Fuego'. Pierson, una policía de Orlando (Florida), tenía 25 años cuando cambió las calles de Disneylandia por la Casa Blanca. En las siguientes tres décadas escaló con paso firme los peldaños administrativos y jerárquicos hasta convertirse en jefa de gabinete de la agencia, pasando por adjunta al director de Recursos Humanos. Muchos creen que en esos puestos burocráticos se había perdido el endurecimiento de la seguridad que llegó tras los atentas del 11-S.
Cuando Omar García se coló hasta el salón del Este de la Casa Blanca, se encontró que la verja estaba abierta. No había ningún guardia. Los de paisano que vigilan los alrededores en busca de sospechosos habían ido a echar gasolina. Atravesó el césped sin que nadie le echara a los perros. Cruzó el pórtico y derribó sin mayor resistencia al agente apostado en la puerta del edificio principal. La alarma había sido desactivada para no molestar a los escoltas. Y al final fue un agente de paisano que pasaba por allí el que puso fin a su incursión.
Pierson se quejó ante los legisladores de que los recortes fiscales la habían dejado con 550 agentes menos de los que necesitaba, pero los presupuestos que ella misma había presentado demuestran que era la primera interesada en colgarse medallas por arreglarse con menos dinero. Enfrascada en cumplir con la imagen de buena administradora, se olvidó de cambiar la cultura de desánimo dentro del cuerpo.
Fue éste, quizás, el error que le costó el puesto. Cuando la Casa Blanca se enteró por la prensa de que un ex presidiario armado había estado a centímetros del presidente en un ascensor, se le acabó el margen de error. «El Congreso había perdido confianza en mí para dirigir la agencia. Los medios dejaron claro qué es lo que se esperaba de mí», dijo a Bloomberg tras presentar su dimisión. Paradójicamente, el hombre que la sustituye hasta que se nombre a su reemplazo, Joseph Clancy, estaba a cargo de la seguridad de la Casa Blanca cuando los Salahi se colaron sin invitación en la cena de Estado del primer ministro Manmohan Singh.