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Un agente uniformado de los servicios secretos le llama la atención a un turista que intenta fotografiarse ante la Casa Blanca. :: BRENDAN SMIALOWSKI / AFP
MUNDO

La seguridad de Obama, al descubierto

El Congreso cuestiona la eficacia del Servicio Secreto para proteger al presidente por minimizar un reciente suceso que amenazó su vida

MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.Actualizado:

La sombra de John F. Kennedy planeó ayer sobre el Congreso de Estados Unidos cuando los legisladores que entrevistaban a la directora del Servicio Secreto, Julia Pierson, recordaron la tragedia que podía haber vivido la nación si Barack Obama hubiera corrido su misma suerte. La pregunta no era totalmente hipotética. El primer presidente afroamericano de la historia ha recibido tres veces más amenazas que sus predecesores y apenas hace diez días un desequilibrado con una navaja en el bolsillo logró burlar todos los protocolos de seguridad y llegar hasta el interior de la Casa Blanca, que debería ser el edificio más seguro de EE UU y uno de los más protegidos del mundo.

No es la única noticia inquietante sobre la seguridad del presidente. Hace casi tres años, antes de que Pierson se convirtiera en la primera mujer en dirigir los servicios secretos, otro desequilibrado aparcó el coche en un carril cerrado junto a la Casa Blanca y disparó siete tiros contra la mansión, uno de los cuales impactó contra las ventanas que dan al Balcón Truman, localizado en la segunda planta de la residencia privada. Este mirador en el que Annie Liebovitz inmortalizó a Hillary Clinton y profusamente mostrado por el cine y la televisión es uno de los favoritos de todos los mandatarios para sus momentos íntimos, por las majestuosas vistas del Obelisco y su orientación sur.

Si al público le ha dado escalofríos pensar lo cerca que estuvieron las balas de la familia presidencial, a Michelle Obama se la llevaron los demonios. Aquel 11 de noviembre de 2011 se encontraba en California con su marido, pero su madre y su hija menor, Sasha, estaban cerca de ese balcón, mientras Malia llegó a la residencia minutos después. Sin embargo, la primera dama no supo nada del grave incidente hasta que volvió a casa, porque el Servicio Secreto tardó cuatro días en descubrir que el hombre cuyo coche se estrelló en la Avenida Constitución había disparado hacia la mansión. Y sólo porque una camarera descubrió los cristales rotos al descorrer las cortinas para ventilar la habitación, antes del regreso de la primera dama.

The Washington Post, que reveló el episodio el domingo, dice que Michelle Obama estaba «furiosa». Sus gritos podían escucharse a través de la puerta cuando interpelaba al entonces director del Servicio Secreto, Mark Sullivan, que la había acompañado en un largo vuelo desde Hawai sin siquiera mencionar el suceso que puso en peligro la vida de sus hijas. El autor, que fue acusado de intento de asesinato y condenado a 25 años de prisión, tenía en el coche 180 cartuchos para el rifle semiautomático Cugir, la versión rumana del Ak-47, además de una pistola.

Olor a explosivos

Lo más perturbador del incidente de 2011 es que varios agentes del cuerpo de protección presidencial dijeron esa noche haber oído disparos y hasta olido los explosivos, pero sus superiores no les prestaron atención ni ellos se sintieron capaces de llevarles la contraria.

Como en el sobresalto registrado hace diez días, todo indica que los agentes se relajan cuando el mandatario está fuera, algo de lo que tiene que responder ahora la directora del Servicio Secreto. «Todos estamos indignados», aseguró Pierson, la mujer elegida por Obama para devolver al cuerpo el prestigio perdido en varios turbios episodios registrados en los últimos años. La directora asumió la «total responsabilidad» por los fallos de seguridad pero no presentó su dimisión. Pierson aceptó una investigación independiente -que la Casa Blanca promete hacer pública cuanto antes-para entender por qué el último de los intrusos fue capaz de saltar la valla de la Avenida Pensilvania y escapar a la persecución de seis agentes que lo seguían, sin que nadie le soltase los perros o le pegase un tiro, como pidió ayer uno de los congresistas, que quiere verles usar «fuerza letal» cada vez que alguien entre ilegalmente en la Casa Blanca. El Servicio Secretos detuvo en los últimos cinco años a 16 personas que intentaron saltar la valla, seis de ellas desde enero pasado.

Lo que también le queda por aclarar a Pierson es por qué el cuerpo minimizó el incidente en los comunicados de prensa, al decir que el intruso no iba armado, a pesar de llevar una navaja en el bolsillo; o que ni había logrado pasar del pórtico de entrada, cuando se coló hasta el mismo Salón Oriental, donde se topó con el agente que puso fin al peligro -por cierto, un efectivo libre de servicio después de supervisar la marcha de los Obama en dirección a Camp David-.

Omar González, un puertorriqueño de 42 años en tratamiento psiquiátrico desde que volvió de Irak, tenía en el coche 800 cartuchos. Por fortuna, en su incursión en la Casa Blanca dejó atrás la escalera que sube a los aposentos de los Obama