EXTENDA ES OTRO PAÍS
Actualizado:En estos tiempos en que resulta difícil creer en nada que suene a institución pública, y no digamos a agencia de la llamada 'administración paralela'; en estos tiempos en que nada sale bien, ni un maldito indicador alienta la esperanza, Extenda rompe moldes, a contracorriente de cuanto está inscrito en el pensamiento común. Se trata, como sabrán, del organismo de la Junta de Andalucía que se encarga de impulsar las exportaciones de las empresas de la comunidad, lo que llaman 'la internacionalización'.
En un panorama dominado por el número rojo, Extenda viene rompiendo la tendencia desde hace ya una década, aunque sólo la crisis ha puesto de relieve su excepcionalidad y la importancia de sus resultados para tirar del carro de la recuperación, que más parece la piedra de Sísifo, siempre cuesta abajo cuando parece que llega a la cumbre.
Ni siquiera pudo con su crecimiento aquella absurda campaña que lanzó el PP contra las que llamó 'embajadas' de la Junta, en una intencionada confusión con las oficinas de representación 'diplomática' que creó la Generalitat, y que eran las oficinas comerciales en una decena de países para actuar de facilitadoras de los empresarios que querían implantarse en cada mercado. Su utilidad ha sido manifiesta y no paran de abrirse nuevas, a demanda de las firmas que quieren acudir a cada zona.
Pero lo mejor de todo es que Extenda encarna otra mentalidad, otra manera de crecer, de hacer economía, sustentada por empresas andaluzas que no lloran ni ponen la mano para que la Administración pública le subvencione sus inversiones, una práctica que ha sido común en 30 años de autonomía y que se ha revelado inútil, cuando no defraudadora. Las empresas exportadoras demandan consejo o estrategia, apoyo in situ, pero ellas protagonizan sus riesgos y afrontan la aventura con la valentía de su propio ADN. Y así les va.
Por eso parece que Extenda es otro país, 'el país de nuestros deseos', diría, como la canción de resistencia de Kurt Weill que canta como nadie Eleftheria Arvanitaki. Un país soñado, que en realidad no existe, pero que debería hacerlo.