Un Sarkozy 'deja vu'
El expresidente francés vuelve por sus fueros conservadores en su regreso para reconquistar el Elíseo en 2017
PARÍS.Actualizado:Nicolas Sarkozy no ha cambiado. El expresidente francés vuelve por sus fueros conservadores. Su regreso a la política activa tiene un aire de 'déjà vu'. Recortar el número de funcionarios y de parlamentarios, refundar Schengen, convocar referendos, combatir a los sindicatos y a los corporativismos, erradicar los comunitarismos, poner coto a la inmigración, defensa de la familia, el trabajo y el mérito son temas recurrentes en una ya manida hoja de ruta. El hombre nuevo en apariencia circula otra vez por los caminos trillados de la derecha en su regreso al futuro para reconquistar el Elíseo en 2017, un hito que ningún presidente derrotado en las urnas ha logrado en la Quinta República.
En apenas diez días de frenesí propagandístico, Sarkozy ha desempolvado el discurso ortodoxo que tan bien suena en los oídos de los 260.000 afiliados de la UMP que el próximo 29 de noviembre están convocados a elegir al presidente del principal partido de la oposición al socialismo gobernante. Todos los observadores y sondeos coinciden en pronosticar que esa elección interna será un mero trámite con pinta de plebiscito, tantos son el fervor y el entusiasmo que suscita entre sus tropas el inquilino del Elíseo desde 2007 a 2012.
Comparece como un gobernante calmado, curtido por la experiencia del poder y humilde hasta reconocer algunos errores durante aquel mandato. Alega que vuelve a la palestra por obligación y sentido del deber para rescatar a Francia de la situación crítica en la que está hundida por culpa de la izquierda. Procura ofrecer la imagen de un político al servicio del interés general y no motivado por ambiciones personales. Pregona que no le mueve ningún ánimo de revancha. Pero en cuanto comienza a hablar o toma la pluma los dardos vuelan sobre la diana de François Hollande, el rival que lo destronó del Elíseo hace dos años y medio, una eternidad para el impaciente francés.
Con el acoso y derribo al poder 'hollandés' errante a guisa de viático, el mesías del centroderecha concluye la travesía del desierto para reaparecer ante los suyos como la única alternativa entre la humillación y el aislamiento. Es decir, entre la izquierda y la extrema derecha. Entre Hollande y Marine Le Pen. El mandatario socialista «practica la mentira» y es artífice de «la destrucción sistemática de todo lo que habíamos hecho». La dirigente ultra arrastra el pecado original de haber «echado una mano» al actual jefe del Estado por llamar a no votar por Sarkozy entre las dos vueltas de la presidenciales de 2012.
Frente a Le Pen
«Denuncio la alianza entre el Frente Nacional y el Partido Socialista. Rechazo lecciones de moral de quienes han utilizado conscientemente al FN al servicio de sus cálculos electorales. Le Pen tiene también una responsabilidad clara en el desastre actual de Francia. Todo el mundo debe asumir sus responsabilidades», proclamó el jueves en su primer mitin desde mayo de 2012. Miles de enfervorizados simpatizantes lo aclamaron como futuro presidente, no solo del partido, en una multitudinaria reunión celebrada en Lambersart, uno de esos enclaves del norte desindustrializado por donde avanza impetuoso el rodillo lepenista.
En ese terreno abonado a la xenofobia, Sarkozy insistió en las ideas de que la inmigración representa un «riesgo de explosión de nuestro modelo social» y de que «Francia no ha de adaptarse a todas las diferencias» exógenas. Incluso denunció el «desbarajuste» de la asistencia sanitaria a los extranjeros 'sin papeles', un dispositivo que costó 700 millones de euros en 2013.
La única novedad programática fue su apuesta por la explotación de petróleo de esquisto cuando en julio de 2011, bajo su presidencia, el Parlamento había votado la prohibición de la técnica de fracturación hidráulica para extraerlo. En eso sí ha cambiado.