No ser machista...
Actualizado: GuardarNo no nos engañemos. La realidad es más tozuda, ruin y cruel que cualquier dato estadístico. La pérfida lacra de la violencia de género se revuelve contra el 50% de la población. No distingue de edades, ni de clases sociales. No entiende de nivel cultural ni de religiones. No afina ni en ideologías políticas ni en otros valores. Es brutal y monstruosa por si sola.
En los últimos meses parece como si todo volviera hacia atrás, como si el esfuerzo realizado no hubiese servido para nada. Se denuncia más (el triple que en 2013), se articulan medidas de protección a las mujeres, se intenta desenmascarar a los agresores, pero la luctuosa lista de maltratadas y fallecidas sigue creciendo. Debemos huir de discursos vacuos que sólo sirven para poner de relieve lo evidente: «Ejercer cualquier tipo de violencia sobre la mujer es un acto de cobardía desde una posición de superioridad y sentido de la posesión mal entendidos». No ser machista debe ser una forma de entender la vida tan cotidiana que no ofrezca fisura alguna. No ser machista es saber el nombre del profesor de tu hijo, en qué asignaturas necesita más ayuda o colaborar activamente en las actividades escolares. No ser machista es que te conozcan en el supermercado de tu calle, que de vez en cuando se te vea comprando el pan o que en la pescadería te ofrezcan las preferencias de tu familia. No ser machista es saber cuando le toca la revisión médica a tus padres, cual es la fecha de las próximas vacunas de tus hijos o cuando tus hermanos necesitan ayuda. No ser machista es no decir con frecuencia «te hice», «te he recogido» o «te he puesto». No ser machista es atreverse a subir en el ascensor, a solas, con una mujer más joven, no creerse sobrado intelectualmente en cualquier conversación con mujeres o no tener miedo a que una mujer entre en tu vestuario. No ser machista es reconocer que tu mujer tiene la cabeza mejor amueblada que tú o que en público no temes perder un debate. No ser machista es saber distinguir la ropa blanca de la de color, saber cual es el casillero del suavizante o la programación del lavavajillas, igual de bien, que el mando de la tele. No ser machista es tener sensibilidad, que no sensiblería, y no avergonzarte de derramar alguna lágrima en público.
Está claro que ser machista, además de rastrero y cobarde, es no saber de nada.