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El escritor madrileño Javier Marías, ayer, durante la presentación de 'Así empieza lo malo'. :: JUAN CARLOS HIDALGO / EFE
Sociedad

Marías no quiere el Cervantes

El académico reitera que no aceptará más premios dotados con fondos públicos«Una novela con moralina es desastrosa, y las mías ni son morales ni tienen tesis», dice al presentar 'Así empieza lo malo'

MIGUEL LORENCI
MADRID.Actualizado:

Odio. Venganza. Culpa. Deseo. Impunidad. Silencios y dilemas morales. Mentiras y memorias falseadas.. pero sobre todo, el perdón y su oportunidad. Estos son los mimbres con los que Javier Marías (Madrid, 1951) ha tejido su nueva novela, 'Así empieza lo malo' (Alfaguara). Es la decimocuarta en la larga carrera de Marías, escritor y académico que lleva 42 años fabulando, acumulando lectores y reconocimientos. Es el escritor español más premiado internacionalmente y uno de los más apreciados y leídos, como acreditan los ocho millones de copias de sus libros en 42 lenguas y más de medio centenar de países. Pero en su extenso palmarés no figurará el premio Cervantes ni se embolsará sus 125.000 euros.

El escritor se autoexcluye de la carrera por la máxima distinción de las letras hispanas, al que es candidato recurrente. Puesto que su novela gira en torno al perdón «¿Perdonaría Marías que le otorgaran el Cervantes?». La pregunta dibuja una sonrisa en el por lo común circunspecto escritor, que admite que, formulada así, tiene su guasa. «Tiene miga, dicho de esa forma, pero ya dejé muy claro cuando rechacé el Premio Nacional de Narrativa que no aceptaría más premios dotados con dinero del Estado». «¿Y quién pone el dinero en el Cervantes?», repregunta el académico. «El Estado», escucha. «Pues ahí tiene la respuesta; pero descuide que no me lo darán», zanja la cuestión el también nominado al Nobel, premio cuyos fondos aporta la fundación homónima. «En las quinielas aparece cualquiera y que yo figure en ellas no significa que vayan a dármelo», ironiza.

Vuelve a tomar prestada una frase de Shakespeare, un pasaje de Hamlet, para titular esta nueva ficción, 'Así empieza lo malo', que entronca con 'Los enamoramientos' que publicó en 2011 y mereció el premio público que rechazó en 2012. El amor juega de nuevo un papel clave en esta reflexión literaria sobre el deseo y la arbitrariedad del perdón, que se publica al tiempo en todos los países hispanohablantes. En sus páginas se pregunta por la ausencia de juicios y la impunidad de algunas dictaduras y los crímenes contra la humanidad.

Desvela la intimidad de un matrimonio en el Madrid de 1980 a través de los ojos de un joven que entra a trabajar a las órdenes del director de cine Eduardo Muriel, y que contará mucho años después su misteriosa desdicha conyugal y el rencor del que fue testigo. «Es un libro sobre el deseo como uno de los motores más fuertes en la vida de las personas, que a veces lleva a pasar por encima de cualquier lealtad», explica.

Pero el tema que se impone «es la impunidad y la arbitrariedad del perdón». Advierte que esta, como el resto de sus novelas, «no son morales ni tienen tesis, pero presentan dilemas morales y ambigüedades con ausencia de juicios». «Nunca juzgo, porque una novela con moralina o moraleja es desastrosa, y las novela son lo opuesto a los juicios de un tribunal, en los que se dicta sentencia tras escuchar a las partes». «Como en cualquier novela que valga la pena, en las mías presentan ambigüedades morales, pero es ridículo que un novelista tome partido y de lecciones», asegura.

La normalidad

«En la vida no hay nada impecable, y la Transición tampoco lo fue. Claro que no se pasó factura. La gente no estaba por el juicio general a los franquistas y, aunque daba un poco de rabia, creo que lo que se obtenía por esa concesión compensaba con creces», apunta. «Obtuvimos un país más o menos normal en el que no te llevaban a la cárcel por expresarte, con partidos, elecciones y una ley de divorcio, con cierta normalidad y posibilidad de crítica, y eso es un logro en un país como este donde los periodo de normalidad se cuentan por trienios y donde mis artículos habrían estado prohibidos. Lo ganado con la Transición a pesar de las imperfecciones han sido cuatro décadas de normalidad», insiste.

El personaje de Muriel se plantea así cuán pocas personas fueron juzgadas por el Holocausto para responderse que «no se puede llevar al banquillo a un país entero». «A veces la justicia se asusta y se inhibe y permanece con las manos atadas ante las multitudes, de modo que la cantidad es la mayor disculpa para la impunidad», sostiene Marías que coincide con su personaje en que «no se puede llevar a juicio a todo un país tras una dictadura».

Admite que hay «más erotismo y humor» que en otras de sus narraciones y vuelve a convertir en personaje a Francisco Rico, erudito y compañero en la RAE «que ha pasado de recriminarme las apariciones a pedirme más papel».