Rajoy provoca la dimisión de Gallardón con la retirada de su reforma del aborto
El titular de Justicia sabía desde julio que su proyecto estaba condenado al fracaso Se convierte en el primer ministro que abandona el Ejecutivo por razones políticas
Actualizado:Alberto Ruiz-Gallardón se convirtió ayer en el primer ministro que planta a Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno intentó convencer hasta el último minuto a su ministro de Justicia de que continuase en el puesto, pero el jefe del Ejecutivo sabía que la decisión de retirar su reforma de la ley del aborto era demasiado para el orgullo político y personal de uno de los políticos más veteranos y con mejor concepto de sí mismo del Consejo de Ministros. El portazo era inevitable. Rafael Catalá, actual secretario de Estado de Infraestructuras, tomará ahora la cartera de Justicia.
Gallardón se va de todo. Deja la cartera, el escaño en el Congreso, su cargo en la dirección nacional del PP. Solo conserva la afiliación al partido, en el que milita desde los tiempos de la Alianza Popular de Manuel Fraga, con la que obtuvo su primer cargo público, concejal de Madrid en 1983. «No me voy con dolor», pero «mi vida sale de la política». El ministro se fue sin un reproche después de que Rajoy retirara de la circulación el proyecto de Ley Orgánica de Protección del Concebido y los Derechos de la Embarazada que debía reemplazar la ley de plazos aprobada hace cuatro años por Zapatero.
El presidente del Gobierno escogió un escenario sorprendente, un congreso de relaciones públicas, y un momento extraño, horas antes de viajar a China, para anunciar el finiquito del proyecto de ley. A pesar del doble lenguaje que han empleado en los últimos días los miembros del Gobierno y los dirigentes del PP para prolongar la traumática vida del texto en busca de un consenso imposible, Rajoy tenía decidido el carpetazo incluso antes de irse de vacaciones de verano. Por si albergaba alguna duda, Soraya Sáenz de Santamaría se empleó a fondo en las últimas semanas para acabar de disuadir al presidente de la inconveniencia de empeñarse en sacar adelante un proyecto con muy alta contestación social, incluso dentro del PP.
«Creo que he tomado una decisión que es la más sensata», se justificó Rajoy, porque el proyecto «genera división en mucha gente». Reconoció también que era una imprudencia imponer la fuerza de la mayoría absoluta del PP para aprobar el texto en el Parlamento y que «cuando llegue otro Gobierno la cambie al medio minuto». El jefe del Ejecutivo anunció, no obstante, que mantenía la idea de modificar la ley «para que aquellas jóvenes de 16 o 17 años que aborten tengan que hacerlo con el conocimiento y con el consentimiento de sus padres». Es decir, lo que recogía en el programa electoral del PP, ampliamente rebasado por su flanco más restrictivo con el proyecto de Gallardón. Esa modificación se complementará con un plan de protección a la familia, del que Rajoy no dio detalles, que se aprobará antes de que acabe este año.
El presidente del Gobierno era consciente de que sus palabras iban a ser contestadas horas después con la dimisión de su ministro de Justicia. Una renuncia que intentó parar con el argumento de que la reforma era una decisión colegiada del Consejo de Ministros de la que no debía sentirse el único responsable. Una reflexión que también han hecho en los últimos días Sáenz de Santamaría y la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, para evitar una renuncia que se veía venir.
Pero Gallardón estaba desairado. Había puesto como fecha tope para que el texto recibiera la luz verde del Consejo de Ministros antes del final del verano, es decir ayer, el 23 de septiembre. Jugarretas del destino, no solo no se aprobó sino que presentó su dimisión. El titular de Justicia ya sabía desde los últimos días de julio, en torno al 30, que el proyecto se ida a despeñar. En algún momento de aquellos días habló con Rajoy y recibió un mensaje claro: «déjalo correr». Un concepto 'marianista' que traducido era una cruz para la reforma. Un revés muy serio porque apenas una semana antes, el 21 de julio, el ministro se mostró tan seguro de la aprobación que retó a todo el mundo a que se aprobaría. Gallardón, sin embargo, no arrojó ahí la toalla. Atribuía a los movimientos palaciegos internos la resistencia del partido a sumarse a sus tesis. Culpaba sobre todo a los análisis de Pedro Arriola, el sociólogo de cabecera del líder del PP, que en los análisis de los malos resultados obtenidos por el partido en las elecciones europeas de mayo achacó buena parte del revés a la contestación social a la reforma del aborto.
Nació con mal pie
La verdad es que la iniciativa nació con mal pie. El anteproyecto fue aprobado el 20 de diciembre de 2013 tras dos años de cocción en el horno del Ministerio. Hasta cinco veces amagó Gallardón con llevar el texto al Consejo de Ministros, pero por un motivo u otro siempre era frenado en el filtro de los subsecretarios. Una vez presentado en la mesa de la Moncloa no despertó grandes entusiasmos. Solo el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se ha batido el cobre en su defensa. Sáenz de Santamaría nunca exteriorizó muchas simpatías, y en el partido, Cospedal, tampoco.
Con la renuncia, Rajoy se encontró con un boquete en sus planes. Además de encontrarse con la dimisión de su ministro más político, su deseo de concluir la legislatura con el mismo equipo que la empezó se ha ido al garete. El relevo de Miguel Arias Cañete fue obligado por la candidatura europea del que fuera ministro de Agricultura. Pero, contra lo que suelen ser sus ritmos, lo solucionó de inmediato. Rafael Catalá, secretario de Estado de Justicia entre 2002 y 2004, y actual secretario de Estado de Infraestructuras, reemplazará a Ruiz-Gallardón.