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ANDALUCÍA EN EL CATORCE

ENVUELTA EN LA BANDERA BLANQUIVERDE

El debate ha dejado cierta confusión en el tablero andaluz: recelos entre los socios PSOE e IU, confrontación con el Gobierno de Rajoy y a Susana Díaz alimentando la duda del adelanto electoral

MARÍA DOLORES TORTOSA
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Susana Díaz se ha abonado a la vieja táctica del agravio y de la confrontación política de tintes localistas. En el debate sobre el estado de la Comunidad la presidenta se reveló como una dirigente envuelta en la bandera blanquiverde para defender los intereses de Andalucía frente al Gobierno de Madrid, como lo hicieron en su día Rafael Escuredo y Manuel Chaves. Ambos cosecharon grandes éxitos políticos para el PSOE con aquella fórmula de «Madrid nos asfixia y nos atropella por intereses partidistas». Ese guiño a sus antecesores, en este caso Chaves, se vio claro cuando Díaz mencionó el agravio del Gobierno de Aznar a los 400.000 andaluces que dejó fuera de la financiación autonómica al no reconocer el censo real.

Ahora también es la financiación, el reparto del dinero, el argumento para confrontar con duras acusaciones contra el Ejecutivo del PP. Tanto Griñán como Díaz siempre habían hecho bandera contra Rajoy en las políticas sociales, de sanidad y educación, pero habían sido moderados y diplomáticos en las de la financiación autonómica. Quejosos, sí, reivindicativos también, pero nunca belicosos.

Susana Díaz ha sacado el hacha de guerra con este tema desde la tribuna del Parlamento con un argumento: el reparto que Cristóbal Montoro ha hecho del fondo de convergencia, un dinero que como su nombre indica trata de equilibrar las cuentas de las autonomías. A la vista del cuadro de la liquidación presupuestaria de 2013 colgado en la web del Ministerio de Hacienda está que Andalucía, con más población y menos renta, recibe menos de la mitad que Valencia y mucho menos que Cataluña.

Hasta ahora este tipo de diferencias sobre el dinero se habían negociado, bien con Montoro o con Soraya Sáenz de Santamaría o con el mismo Rajoy. Díaz nunca ha dudado en llamarles. Tampoco es una novedad que la Junta de Andalucía recurra a los tribunales contra políticas del Gobierno central, con Rajoy, pero también con Zapatero. Como recuerda el PP, el de financiación autonómica es un sistema aprobado por el Gobierno de Zapatero con la aquiescencia del de Chaves. Pero también es verdad que la Junta, ya con Griñán, viene recurriendo a los tribunales todas las liquidaciones desde su puesta en marcha, en 2009, aún con Zapatero.

Lo cierto es que los responsables de Hacienda de la Junta se dieron cuenta tarde que con la crisis y menos actividad económica este sistema, que prima la autosuficiencia con más capacidad de ingresar por IVA e impuesto de la renta, era desfavorable a Andalucía, con mucha población joven (el 60% sin empleo) y una renta baja. Griñán siempre criticó en tiempos de Elena Salgado la aplicación del modelo con Andalucía y sobre todo cómo se manejaban los instrumentos de corrección o compensación para equilibrar los ingresos de las comunidades.

El agravio sobre el dinero siempre ha calado ¿Pero por qué ahora la presidenta andaluza convierte este tema en arma de confrontación política? Susana Díaz nunca parece remar en un solo río, sino en varios a la vez. Lo más fácil es trasladar la ofensiva a un clima electoral. No ya porque sigue abierta la posibilidad de un adelanto de las autonómicas, sino porque en ocho meses se celebran las municipales, en teoría las segundas que capitanea Susana Díaz en el PSOE andaluz. Los ayuntamientos y diputaciones constituyen la gran fortaleza del PP en Andalucía. Díaz quiere arrebatarle esa primacía. De ahí que en su intervención también incluyera a Juanma Moreno, presidente del PP andaluz, como objetivo de sus dardos envenenados. Algo que puso muy contento al político malagueño. Pocas veces Susana Díaz le tiene en cuenta en un discurso, aunque no mencionó su nombre.

Hay también una actitud de aldabonazo preventivo de la presidenta a Rajoy. Conocedora y atenta de la política nacional, Susana Díaz advierte de una posible solución al problema catalán con más dinero para esta Comunidad a costa de las demás. Cuando habla de acuerdos de «trastienda» lo que verdaderamente teme es lo de Cataluña. Ahí pensaba encontrar a algunos presidentes autonómicos del PP de su lado, por eso le escuece lo de la Comunidad Valenciana. El que más de su parte podía estar le deja sola. Fabra ya no reivindica el cambio de modelo en la financiación tras haber recibido lo que pedía, mil millones.

Pero sobre todo está ella, su liderazgo, su proyección como política de Estado y como lideresa del PSOE. La duda que se plantea es si ese envolverse en la bandera andaluza es un mensaje claro de que su sitio por ahora está aquí, en Andalucía, y por un largo tiempo, o si es otra forma de despistar, porque su meta es la política nacional y ella no niega esa ambición legítima para un futuro. Es decir, si ensaya la oposición a Rajoy.

Su maestría en la táctica de la ambigüedad crece. Se vio también con el asunto del runrún del adelanto electoral, que ella alimenta con sus medias palabras. «Uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras», es el dicho que cumple a rajatabla. Lo han aprendido bien en este debate los dirigentes de Izquierda Unida, que no desean para nada un adelanto. El más atribulado de todos pareció ser Antonio Maíllo, que cometió el error de transmitir minutos antes del debate que había hablado con la presidenta y que ésta dejaría claro que agotará la legislatura. «Ya me vais conociendo», dijo Díaz en su discurso. Si algo ha dejado patente en su año de presidenta es el hermetismo con el que maneja sus decisiones. «No digo lo que pienso ni a quién está a mi vera», ha comentado a algún curioso alguna vez. En ningún momento hizo mención alguna de agotar la legislatura. IU votó en contra de la propuesta estrella de Díaz, la legalización de viviendas irregulares, salvada, qué curioso, por los diputados del PP. Ninguno de los dos socios quieren ver este voto en contra como una revancha, pero lo cierto es que el sabor que ha dejado el debate es el de cierta confusión en el tablero andaluz.