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TRIUNFA EL NACIONALISMO
Actualizado: GuardarLe aseguro que he leído y entendido los resultados del referéndum escocés con el triunfo del 'no' por un margen apreciable y le prometo que no he bebido desde la mañana más que café con leche y zumo de naranja. Enseguida le explico la razón de este titular. La victoria de los partidarios del 'no' es muy importante porque ha evitado la explosión de Reino Unido y ha supuesto el retorno a la tranquilidad de una economía europea alarmada por los efectos de una posible separación y del inicio de un proceso de atomización de incalculables consecuencias, todas negativas. Normalmente y a nivel popular, estos asuntos se tratan con un exceso de generalidad, también de frivolidad y se enmarcan siempre en el difuso terreno de los sentimientos envueltos en la aparatosidad de los eslóganes más simples. Sin embargo, como ha sucedido en Escocia en las últimas semanas, según se acerca el precipicio y se atisban las consecuencias, aparecen las cosas de comer, se conocen los datos apabullantes y se evalúan las consecuencias irreparables. Quizás por eso, el miedo al abismo le ha ganado a la ilusión de la utopía. Me parece el único hecho positivo de este terrible asunto.
Ahora toca reparar puentes, aunque allí han roto muchos menos de los que estamos rompiendo aquí, y convertir en leyes las promesas realizadas por los partidos unionistas dirigidas a incrementar sensiblemente el nivel de autonomía de la nación escocesa. Un nivel que, a pesar de todo, se quedará lejos del que disfrutamos en estas latitudes. Los escoceses tendrán más capacidad de obrar en los impuestos y en la sanidad, pero habrá que ver cómo se articula todo y cuándo se hace.
«Pero mayor aún que la lista de los deberes a cumplimentar es la de los problemas evitados. En efecto, ya no habrá que discutir sobre eventuales salidas/admisiones ni en la Unión Europea ni en la OTAN. No será necesario pensar en la moneda que circulará por las calles de Edimburgo; ni habrá que repartir la deuda pública en curso. El patrimonio de Gran Bretaña seguirá siendo común, así como las obligaciones frente a parados y/o pensionistas. Todo un aluvión de asuntos espinosos en los que nadie piensa cuando sale a la calle detrás de la pancarta reinvicativa, cuando el trazo grueso desplaza al análisis fino, cuando los sentimientos arrinconan a las realidades».
Ahora vamos con el titular. La celebración de un referéndum en el que un 7% de la población total de Reino Unido decide sobre el futuro del conjunto es una situación muy atractiva para los nacionalistas. Estos insisten una y otra vez en el tan famoso como etéreo derecho a decidir. Un derecho que funciona a partir del contenido. Es evidente que, catalanes y vascos, tenemos derecho a decidir muchas cosas y lo ejercemos constantemente en sanidad, educación, fiscalidad, policía, carreteras y un larguísimo etcétera.
Pero, ¿tenemos derecho a decidir independizarnos del Estado que hemos construido juntos durante siglos? Sin duda alguna, eso es más un deseo que un derecho y desde luego no figura en nuestro ordenamiento legal, ni tiene acogida en las leyes internacionales para situaciones homologables.
Por eso la clave se encuentra en la determinación del ámbito de decisión. Haga la prueba. Proponga a cualquier nacionalista hacer un referéndum en lo que ellos consideran 'su' ámbito de decisión, supongan que alguien puede garantizar que triunfa el no a la independencia y verán cómo, y a pesar de ello, acepta gozoso.
¿Por qué? Pues porque quedaría establecido que de eso decidimos nosotros y sólo nosotros. Hoy gana el 'no', pero ya veremos lo que ganará mañana. Salmond ha prometido que los escoceses no exigirán una nueva consulta en 20 años. Eso proporciona un horizonte de tranquilidad y sosiego, pero no se olvide que Salmond ya no gobernará los próximos 20 años y el gobernante que le suceda no se sentirá concernido por tal promesa personal.
Así que el resultado ha sido tranquilizador, pero el referéndum constituye un precedente grave al que se aferrarán con fuerza el cúmulo de los nacionalistas que pueblan España. y Europa. Lo lamento, pero no se haga ilusiones. El 'no' escocés no arregla ninguno de nuestros problemas. Al tiempo.