El hombre que devolvió la esperanza de la independencia
Alex Salmond dibuja a su sucesor un horizonte luminoso en el que descarta, eso sí, otro referéndum en el «futuro visible»
EDIMBURGO.Actualizado:Los dos firmantes del Acuerdo de Edimburgo que abrió la puerta para la celebración del referéndum por la independencia habían insistido durante la campaña en que se mantendrían en sus puesto si su causa era derrotada. Y ninguno de los dos fue creído. El asunto era demasiado grande como para que no tuviera consecuencias sobre las carreras de David Cameron o Alex Salmond.
El primer ministro británico se ha salvado. Queda herido por poner en peligro la continuidad de Reino Unido y por improvisar una reforma autonómica acelerada -y propuesta inicialmente por Gordon Brown, de la oposición laborista- para responder a los malos sondeos de hace dos semanas. Pero una victoria por más de diez puntos le permitirá llegar como líder conservador a las elecciones en nueve meses. El problema de Salmond era diferente. Según su anuncio en la tarde de ayer, su dimisión es el resultado de pensar «quién está en mejor situación de liderar el proceso político hacia adelante». Su conclusión fue que «en esta situación, preñada de oportunidades, el partido, el Parlamento y el país saldrían beneficiados de tener un nuevo líder».
Seguirá al frente del Partido Nacional Escocés (SNP) hasta noviembre y como ministro principal hasta que el nuevo líder pueda convertirse en jefe del Gobierno autonómico tras someterse a la votación en el Parlamento. La evidente candidata a sustituirlo es Nicola Sturgeon, viceministra principal. Si fuese elegida, los tres grandes partidos escoceses quedarían con una mujer al frente.
Las palabras de Salmond en la tarde de ayer, en un tono emotivo, quizás afectado también por el cansancio de la noche en vela y de los últimos días de campaña, fueron elegidas con mimo. Ofrecen un horizonte luminoso a su sustituto, que no llegará a la línea fronteriza con la independencia, como ha logrado Salmond. Dijo que él no ve la posibilidad de otro referéndum «en el futuro visible».
El Partido Nacional Escocés, creado en 1928 por políticos e intelectuales que querían influir al Partido Laborista para que adoptase el autogobierno en su política para Escocia, fundido poco después como una escisión de los conservadores que sentía también la necesidad de autonomía, eje en esta campaña de una coalición que incluía grupos muy variados, ha atravesado fases de auge y de declive. Y tiene que ajustar ahora su programa a las nuevas circunstancias. Convertido en partido de Gobierno por el más astuto miembro del izquierdista Grupo de los 79, que llegó a ser expulsado por los tradicionalistas, el SNP se enfrenta ahora a un tiempo en el que ha de administrar la autonomía actual, exigir con muy poca fuerza en el Parlamento de Westminster que los compromisos de los tres partidos sobre transferencias se cumplan y renunciar en sus programas electorales al compromiso de convocar un referéndum sobre la independencia «en el futuro visible».
¿Diputado en Westminster?
Alex Salmond dijo ayer que hay muchos roles en la política y que el más importante no es el de primer ministro. Poco son más significativos que el de un líder político que está cerca de lograr la independencia de su país. El nuevo destino de Salmond no será comparable. Dice que permanecerá como diputado en Edimburgo, pero ya renunció antes a ese escaño para quedarse con el de Westminster, donde se tratan asuntos de gran calado y otros con implicaciones internacionales.
Hay elecciones británicas en mayo y Salmond tendrá que decidir si quiere convertirse en el gran representante escocés en Londres en el próximo Parlamento, cuando las prometidas transferencias y la reforma autonómica de Reino Unido tendrían que aprobarse. Fue su labor como diputado de Banffshire, la circunscripción en la que vive con su mujer, la que le catapultó a la primera fila de la política escocesa y británica.
David Cameron lo definió ayer como «un político de enorme talento y pasión». Pero la cortesía pública no puede disfrazar que Alex Salmond no es popular entre sus colegas de profesión y aún menos después de crear tal temor de ruptura en Reino Unido. El periodista Paul Routledge escribió que, durante la batalla de Margaret Thatcher con el mayor de los sindicatos de mineros, la reina Isabel II le dijo un día: «¿Verdad que es todo por ese hombre?» Se refería al megalomaníaco líder del sindicato, Arthur Scargill. Quizás la reina piensa lo mismo sobre lo ocurrido ahora en Escocia. Desde luego es la opinión de la mayoría de sus rivales y acólitos.