Un voluntario vuelca el contenido de una urna en un colegio electoral de Aberdeen. :: BEN STANSALL / AFP
MUNDO

Bruselas respira aliviada por evitar «un cataclismo similar a la ruptura de la URSS»

La Comisión se felicita porque el 'no' es «bueno» para la UE y reitera que el caso catalán es un tema que sólo incumbe a España

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Como pronosticaron las casas de apuestas, barruntaron los mercados bursátiles y vaticinaron las últimas encuestas, Escocia dijo 'no' y Bruselas gritó «¡nooooo!». Ayer a eso de las seis de la mañana, cuando la confirmación de la derrota del independentismo se abría paso a codazos, los máximos exponentes políticos de la Unión Europea se recostaban aliviados mientras decían aquello de «menos mal, de la que nos hemos librado». Bruselas llevaba días conteniendo la respiración, sabedora de que el capítulo escocés podría convertirse en el prólogo de una Europa hasta ahora desconocida, la punta de lanza de nuevos procesos soberanistas que obligarían a redefinir la Europea de los Veintiocho. El abismo se llamaba Escocia.

Y si alguien tenía alguna duda de cuál era el sentir comunitario, el comisario de Comercio, el belga Karel de Gucht, disipó ayer todas de un plumazo: «Se ha evitado un cataclismo Habría sido un terremoto político de la misma escala que la ruptura de la Unión Soviética. Una Europa regida por la autodeterminación de los pueblos es ingobernable». «La decisión es acertada. Admito que estoy aliviado por el resultado», apostilló el presidente del Parlamento Europeo, el socialista alemán Martin Schulz.

Pero a quien se esperaba con cierta atención era al presidente de la Comisión. A un José Manuel Durao Barroso desaparecido (le quedan sólo seis semanas de mandato) que dejó el toro mediático a unos portavoces que ya no encuentran sinónimos para decir lo que querían decir sobre el tema escocés, es decir, nada. Según el argumentario oficial, para «no interferir en el proceso». Ayer, a eso de las 10.46 horas, emitió un breve comunicado que pese a su apariencia de obviedad, contiene un par de mensajes de cierto alcance.

Media sonrisa

La declaración de Barroso comienza así: «Acojo con satisfacción la decisión del pueblo escocés (...) El resultado es bueno para la Europa unida, abierta y más fuerte por la que aboga la Comisión Europea». Dicho de otra forma, ¿el 'no', por lo tanto, hubiese sido malo para Europa? Preguntada sobre este asunto, su portavoz, Pia Ahrenkilde, eludió valorar este tipo de interpretaciones dibujando una media sonrisa.

Tras señalar que la «Comisión continuará comprometida con un diálogo constructivo con el Gobierno escocés en los ámbitos que son de su competencia e importantes para el futuro de Escocia, como el empleo, el crecimiento, la energía, el cambio climático, el medio ambiente y una normativa más inteligente», Barroso se acordó del primer ministro británico, David Cameron: «La Comisión se congratula de que en el debate de los últimos años, tanto el Gobierno escocés como su pueblo hayan reafirmado en repetidas ocasiones su compromiso europeo».

Porque no se puede obviar que decenas de miles de papeletas del 'no' estaban movidas por el miedo a quedar fuera de la UE, de una Unión continuamente criticada por Cameron. Tanto que se ha comprometido a convocar en 2017 un referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido en la UE. Pero esta es otra guerra y ayer, en Bruselas, de lo que se hablaba era del 'no', de analizarlo, de disfrutarlo. También de Cataluña.

Unanimidad de los 28

El órdago lanzado por Artur Mas cobró buena parte del protagonismo en la esperada comparecencia de la Comisión. Muchas preguntas pero en las respuestas, ni una palabra más allá del guión fijado. «Se trata de una cuestión de orden constitucional interno. No corresponde a la Comisión decidir cómo se organizan constitucionalmente los Estados miembros», ensalzó su portavoz, Pia Ahrenkilde.

Dicho de otra forma, el problema catalán sólo compete a España y será este país el que decida cómo solucionarlo. Nada que ver con lo sucedido en Escocia, donde el referéndum fue pactado y avalado legalmente. De ahí el vértigo que suscitaba la victoria de la independencia y el futuro encaje del país en la UE. El posicionamiento dominante en Bruselas es claro: si una parte de un Estado se desgaja de ese Estado, quedaría automáticamente fuera de la UE y a esta región se le dejarían de aplicar los Tratados. Lo dijo Barroso en febrero en la BBC y lo han reiterado en los últimos meses numerosos altos cargos.

Todo ello sin contar que cualquier decisión sobre una posible adhesión debe recibir el plácet de los 28. Si un socio, por pequeño que fuera, la rechazase, Escocia quedaría fuera de la UE. Y Cataluña y el País Vasco... Sin el 'sí' de España, el margen de maniobra es nulo.