Los votantes, ayer haciendo cola en la puerta de un colegio electoral en Portobello, cerca de Edinburgo. :: PAUL HACKETT / REUTERS
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Catalanes, vascos, corsos, sardos y flamencos toman Edimburgo mientras los escoceses viven una histórica jornada

EDIMBURGO. Actualizado: Guardar
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«Éste es un momento preocupante en la historia del Reino Unido. Escocia, tienes al Reino Unido en tus manos, pero así debe ser». La frase, a medio camino entre la sentencia solemne y la advertencia ominosa, desentona en manos de quien sostiene el arrugado folio donde está escrita, un hombrecillo vestido con gorro, calzones, polo deportivo, zapatillas y calcetines largos, todo estampado con motivos de la 'Union Jack'. «Yo soy el Reino Unido: británico, irlandés y escocés», se enorgullece el anónimo viandante, que permanece inmóvil horas y horas bajo la interminente y finísima llovizna que cae a las puertas del colegio electoral de Lothian Chambers, justo en la intersección de la Royal Mile con el puente de Jorge IV. Junto a él, un enorme cartel en rojo y amarillo -los colores del 'no', frente al azul que usan los partidarios de la independencia-, proclama 'NO. El riesgo no merece la pena'.

La escena sería impensable en España, donde la legislación electoral prohíbe cualquier atisbo de propaganda durante la jornada de votaciones y el día de reflexión que se celebra la víspera. En Escocia, no hay reflexión que valga: partidarios de las dos campañas, mucho mas visibles y bulliciosos los del 'sí', exhiben orgullosos chapas y adhesivos, hacen sonar sus bocinas e, incluso reparten pasquines a las puertas de las 'poll station'. El folleto de los laboristas se dirige sin tapujos a los indecisos: «Si no sabes qué votar, vota no». Alguno de los partidarios de la segregación, menos sutil, ha colocado una de sus pegatinas en un tríptico del diario 'The Scotsman', que se preguntaba 'Yes or No'. Ahora, en cambio, se lee 'Sí o Sí'.

Pese al ambiente denso, cargado, en el que casi se puede oler el nerviosismo que reina en los cuarteles generales de 'Yes Scotland' y 'Better Together' ante la máxima igualdad que reflejan las encuestas, los escoceses de a pie apuran con pasmosa naturalidad el 'día D', sin que apenas se note el peso de la historia sobre sus hombros. En bicicleta, en coche, a pie o en autobús, muchos exhiben sin pudor sus colores pero sin perder, ni por un momento, el pulso de una ajetreada jornada de trabajo. En Escocia la cita con las urnas se convoca en laborable: por eso, los colegios abren hasta las diez de la noche, una hora inusual en un país madrugador en sus horarios, que, por un día, los pone patas arriba. En la neblinosa mañana de Edimburgo y en su tránsito hacia el mediodía, el trasiego de votantes es todavía moderado, y los que entran y salen son discretos. «En Euskadi estaríamos atacados», se sorprende el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, con corbata a cuadros escoceses para la ocasión.

Y resulta verosímil, visto que quienes dan la nota -de color- y animan la céntrica calle que conecta el castillo, en la cima, y la residencia real de Holyrood a los pies, son nacionalistas de todo pelaje y condición de Euskadi, Córgega, Cerdeña, Flandes... Hay hasta un valenciano con 'kilt', a pesar de que la campaña de Alex Salmond ha obviado los elementos identitarios, folclóricos e históricos para centrarse en argumentos estrechamente vinculados al bienestar de los ciudadanos.

Quizás porque los escoceses se sienten única y mayoritariamente escoceses y no tienen necesidad de rebelarse contra ninguna identidad que perciban como impuesta, no hay ni rastro de William Wallace o de Robert Bruce, ninguna apelación a las guerras de independencia del siglo XIII o a Braveheart, en el nacionalismo pragmático del SNP, que se percibe ajeno al turístico bullicio de High Street, plagado de guías vestidos de epoca y tiendas de 'plaids' y mantas de 'cashmere'.

Y ayer, por un día, también de curiosos, extranjeros despistados, solidarios con el 'sí' e independentistas llegados de los más variopintos rincones, que convirtieron el centro histórico en un bizarro parque temático del soberanismo, donde los abanderados nacionalistas y los mimos callejeros se fundían en un mismo y extraño magma. Y, por encima de todos ellos, sobresalían los catalanes, muchos catalanes. Por todas partes. Alguna ikurriña, la delegación de EH Bildu distinguiéndose de la del PNV con sus pegatinas del 'sí' en gaélico -aye-, una frase escrita con tiza en la pared (Yes for Corsica) y, al fondo, siempre, el fragor de las esteladas. Organizados al margen de los partidos -algo que no ha sucedido con los nacionalistas vascos-, incluso alquilaron como centro de operaciones una iglesia en el centro de la capital, donde tenían previsto ofrecer durante todo el día charlas y conferencias.

Exhibición de sardanas

A primera hora de la tarde, hubo exhibición de sardanas en la cercana plaza de Saint Giles. En Grassmarket, David Aguilar y varias decenas de jóvenes que le acompañan enfundados en camisetas estampadas con la leyenda 'Catalans for yes' desplegaron una mesa informativa. La campaña escocesa, muy abierta, permite a casi cualquiera repartir folletos o organizar sus propios y modestos actos. «Aquí los mensajes son en positivo, es de agradecer. No hay que rebelarse contra nada. Los escoceses ya han ganado, y lo celebraremos con esteladas incluso si se impone el 'no'. Hemos venido porque aquí hay democracia y queríamos vivirlo de cerca», proclaman.

Queralt y Arnau son una jovencísima pareja catalana, con gafas de pasta ella, risueño y barbado él, que, residentes en Edimburgo desde hace solo seis meses, tienen derecho a voto en el referéndum. No es necesario preguntarles qué casilla tienen previsto marcar porque van hasta arriba de chapas del 'Yes'. Ella, trabajadora en la cafetería del museo nacional, lleva la voz cantante y habla con pasión de su implicación en la campaña de RIC (Radical Independence, que agrupa a movimientos sociales de izquierda).

«Queremos demostrar que si no te gusta Alex Salmond tambien puedes hacer campaña a favor del 'sí'», explica Queralt, militante de las CUP y convencida de que los barrios obreros, tradicionalmente «olvidados en las encuestas» serán los que inclinen de un lado u otro la balanza. ¿Y tienen previsto quedarse en Edimburgo? «No, tendremos que ir a Cataluña a dar guerra. Y si hace falta a Euskadi», anuncian, sonrientes.