Un operario lleva dos urnas a un colegio electoral en Edimburgo, mientras arriba un corredor traslada los resultados de las apuestas al Parlamento. A la izquierda, un seguidor del 'sí'. :: AFP / REUTERS
MUNDO

Escocia vota si dice adiós a Gran Bretaña

Un resultado favorable a la independencia abriría un período de incertidumbre constitucional en Reino Unido

EDIMBURGO. Actualizado: Guardar
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Cuatro millones trescientos mil escoceses mayores de 16 años votarán o se abstendrán hoy en un referéndum que decide la continuidad o disolución de Gran Bretaña, cuya existencia como Estado se remonta a más de tres siglos. Mary Pitcaithly, de 57 años, jefa ejecutiva del Ayuntamiento de Falkirk y responsable del ente escocés encargado del recuento en elecciones, anunciará el resultado en la mañana del viernes.

Gran Bretaña es el resultado de la unión de los parlamentos de Escocia, Inglaterra y Gales. Nobles y potentados escoceses arruinados por el fracaso de su intento de crear una colonia en Panamá que les diera acceso a las rutas comerciales en los mares del sur votaron en favor de la unión del Parlamento de Edimburgo con el de Westminster en 1707. Hubo protestas y rebeliones tras la firma del tratado.

Un siglo después, en 1801, ese Parlamento decidió unir también al de Dublín para favorecer la integración de la Irlanda descontenta. Nació así el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, que duró hasta 1927, cuando una ley modificó el nombre para reconocer lo que ya era una realidad, la escisión irlandesa. Desde entonces, el Estado se ha conocido como Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Tras la unión, Escocia fue gobernada desde Londres, con un Ministerio dedicado inicialmente a los asuntos del norte. La figura del ministro para Escocia fue restaurada al final del siglo XIX y la sede de los departamentos del ministerio fue trasladada a Edimburgo en 1937. En 1999, se restauró el Parlamento escocés tras el respaldo obtenido en un referéndum, dos años antes.

Las diferentes reformas de la administración del Estado no han bastado para satisfacer a una parte sustancial de la población escocesa y hoy, en un ambiente de efervescencia política, con el 97% de los censados habiendo tramitado su registro para el voto, los residentes en Escocia acudirán a las urnas para marcar con una cruz una de las dos casillas en la papeleta en la que está impresa una sola pregunta: «¿Debe Escocia ser un país independiente?»

De esa manera, una población que ha destacado por su participación como administradores del imperio, como soldados en el Ejército británico, por sus creaciones universales en el tiempo de la unión -James Watt, inventor de la máquina de vapor; el filósofo del empirismo David Hume; el padre filosófico de la economía de mercados abiertos, Adam Smith; el inventor de la penicilina, Alexander Fleming; John Reith, fundador de la BBC, fueron todos escoceses- puede desprenderse del adjetivo 'british' con el que ha sido asociada por el resto del mundo.

Una decisión favorable abriría un período de incertidumbre constitucional en Reino Unido. Daría al Gobierno escocés el mandato para iniciar negociaciones con Westminster sobre la estructura de una independencia con estructura de tipo confederal y con la Unión Europea y la OTAN para su permanencia o ingreso, y dañaría gravemente la reputación del Gobierno de coalición conservador-liberal en Londres, en víspera de las elecciones de mayo de 2015.

El voto de hoy es consecuencia de la victoria del Partido Nacional Escocés (SNP) en las elecciones autonómicas de 2011, en unos comicios en los que participó la mitad de los censados. La mayoría absoluta obtenida por un partido creado en 1928 con el afán de influir al Partido Laborista para que apoyara el autogobierno obligó al Gobierno de Londres a responder a la demanda de un electorado que había respaldado un manifiesto electoral que prometía la celebración de un referéndum sobre la independencia.

En su previo mandato, el Gobierno minoritario del SNP, había convocado diálogos ciudadanos y había publicado libros blancos, que desembocaron en la conclusión de que la forma preferida de consulta tendría tres opciones: el estado actual de autonomía, el aumento de transferencias hacia una máxima autonomía o la independencia. Tras la victoria en 2011, el jefe de Gobierno en Londres, el conservador David Cameron, ofreció al líder independentista, Alex Salmond, una negociación para celebrar un referéndum legal.

La exigencia del 'premier' británico fue que la consulta tuviese sólo dos opciones, sí o no a la independencia. Su argumento era doctrinal. Escocia no podía decidir una máxima autonomía como su forma de relación con el resto de Reino Unido porque los acuerdos constitucionales bilaterales no podían ser fijados por una de las dos partes. Había también un cálculo político, el convencimiento, a la vista de los sondeos, de que la independencia sería derrotada.

Salmond firmó en octubre de 2012 el acuerdo para celebrar la consulta de ese modo y el largo debate escocés sobre el referéndum desembocó en una larga campaña electoral. El Gobierno de Londres ha publicado una decena de documentos sobre las consecuencias negativas de la independencia y los beneficios de la unión. El escocés, un Libro Blanco en el que diseña una independencia con grandes áreas compartidas con el resto de Reino Unido.

La papeleta más importante

Los sondeos en 2013 indicaban que más del 60% de los escoceses quería permanecer en Reino Unido y menos del 40% quería la independencia. El último promedio de sondeos indica una ventaja del 'no' del 51% contra el 49%. Una amplia coalición se ha movilizado en favor de la independencia y el interés por el debate político se ha extendido por todas las regiones escocesas.

En los últimos días, la agresividad de partidarios del 'sí' intimidando a quienes mostraban públicamente su preferencia por la unión ha dañado su reputación, aunque el único puñetazo de esta campaña ha sido el de dos jóvenes partidarios del 'no' que agredieron a un artista callejero favorable al 'sí' en Glasgow. Si algún reproche de falta de limpieza puede lanzarse a la campaña por la unión sería en todo caso el uso de sus poderosos recursos, en algún caso de bienes públicos, para promover su causa. Visitantes españoles en Escocia mostraban estos días su asombro por la ausencia de pasquines o de altavoces. La campaña ha sido fría, según observadores foráneos. Pero los salones de actos han estado repletos, los medios han mantenido una cobertura muy extensa y los escoceses mantienen un diálogo abierto y constante entre ellos y con los visitantes. En la noche de ayer, coches con banderas escocesas e incluso con una estatua de la libertad envuelta con la 'saltire' en el techo del vehículo, recorrían las calles de Edimburgo.

Ruth Davidson, líder del conservadurismo escocés, pidió ayer el 'no' «en el voto más importante de nuestras vidas». El ex primer ministro laborista, Gordon Brown, habría salvado la unión en un discurso calificado como extraordinario por su partidarios, en el que repitió su idea de una comunidad británica de solidaridades. Alex Salmond recorrió de nuevo diferentes puntos de la geografía escocesa celebrando «el gran impulso de fortalecimiento» social que ha deparado esta campaña.