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Vista de la exposición sobre Álvaro del Portillo.:: S. GONZÁLEZ / EFE
Sociedad

Los obispos temieron que el Opus se convirtiera en una «Iglesia paralela»

Una exposición repasa la figura y el legado de Álvaro del Portillo, quien será beatificado el 27 de septiembre en una misa multitudinaria

A. P.
MADRID.Actualizado:

La conversión del Opus Dei en prelatura personal en 1982 concitó reservas entre no pocos obispos, que vieron con recelo que la organización se emancipara de Roma. Lo reconoce el historiador Pablo Pérez, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Navarra y comisario de la exposición 'Un santo en datos', que repasa en Madrid la figura de Álvaro del Portillo, el hombre que sucedió a Escrivá de Balaguer al frente de la Obra. Del Portillo será beatificado el 27 de septiembre en una misa en Valdebebas (Madrid), a la que se espera acudan unas 150.000 personas.

El historiador aduce que, a la muerte de Escrivá, el Opus Dei corría el peligro de perder el «carisma fundacional», consistente en un movimiento de «cristianos corrientes» que buscaba la perfección en la vida cotidiana. «Se consultó a todos los obispos del mundo en el que estaba implantado el Opus Dei. Había quien acusaba a Del Portillo de querer crear una Iglesia paralela». Según Pérez, la figura jurídica de instituto secular encorsetaba al Opus Dei, pues persistía el peligro de que la organización se desnaturalizase y derivara en una especie de orden religiosa. En los años 50, los miembros de un instituto religioso no podían dedicarse al comercio o a la banca, ni tampoco practicar la cirugía, lo cual contradecía la «santidad para todos» que propugnaba Escrivá de Balaguer.

Otro hito importante en el mandato de Del Portillo fue, según el historiador, la expansión internacional del Opus Dei, así como su elevación a los altares de su fundador. «Del Portillo fue bondadoso, humilde, leal», dice el catedrático. Su identificación con Escrivá era tal que, por orden del fundador, el número dos de la Obra comenzó a fumar. Ninguno de los fundadores del Opus Dei era adicto a la nicotina, lo cual podía ser interpretado como una reprobación moral del tabaco y alejar de la Obra a potenciales simpatizantes enganchados al cigarrillo. Así que Del Portillo comenzó a fumar Kent rubio, un hábito del que le costaría desprenderse. Y además, en una prueba más de solidaridad con los achaques de su mentor, se sumó al régimen alimenticio que se prescribió a Escrivá para sobrellevar su diabetes. Para el historiador, Álvaro del Portillo tuvo rasgos de audacia moral y osadía física, valentía que demostró cuando unos anticlericales le golpearon con una llave inglesa en la cabeza en 1934. Por entonces desplegaba su labor de catequista en Vallecas en un clima muchas veces de hostilidad hacia los católicos.