Ni tanto ni tan poco
Actualizado: GuardarEn el término medio está la virtud se suele decir. Y debe ser verdad. Por eso, de todo lo sucedido en Carranza en sus dos últimos partidos hay que sacar una conclusión positiva. Mezclar los pitos al equipo con los aplausos. Analizar el porqué de unos y de otros. Meterlo todo en una coctelera, agitarla y sacar un resultado más o menos claro. Pero no. No se puede dudar de un entrenador en la tercera jornada. No, no se puede. Se dudó, sin ir más lejos, de Víctor Espárrago en sus dos primeras jornadas de Liga en Segunda (derrota en Eibar y repaso del Lleida en Carranza) y al final pasó lo que pasó. Por esa misma regla de tres no se puede dudar del trabajo de Calderón.
Eso sí, lo anterior no quita para que los pitos que los ‘hermanos tacañones de Carranza’ lanzan a su propio equipo caigan en saco roto. Vale que a veces se pasan, vale que hay días importantes que podrían estar mejor callados, vale que tienen menos paciencia que un niño chico... Pero, ojo, puede que esta vez tengan razón y estén dando la voz de alarma.
Porque el equipo no termina de carburar y lo que es peor, de los 90 minutos que dura un partido, aburre cerca de la mitad del tiempo. El juego del equipo no tiene continuidad, parece no tener una idea clara, se rompe, se diluye entre bostezo y bostezo y alguna que otra ocasión salida de las botas de jugadores que no necesitan de muchos planteamientos para llevar peligro al arco contrario. La sensación que se respira en Carranza no es la de un sector que está pidiendo un cambio en el banquillo. Nada más lejos de la realidad. La sensación es bien distinta y parece evidente que lo que se está pidiendo desde la grada es una mayor aptitud (que no actitud) del equipo. La plantilla es un plantillón y de tanto repetirlo parece incluso más de lo que es. Por eso mismo, la paciencia con el once de Calderón puede agotarse bien pronto si éste no hace lo posible por llevar a Carranza un mejor fútbol del que está haciendo hasta el momento. Paciencia, sí, pero también mejora.