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Unos 'castellers' cargan una torrre humana durante la concentración de ayer en la Gran Vía de Barcelona. :: MARTIN BENET
ESPAÑA

El independentismo aprieta a Mas

Entre 520.000 y 1,8 millones de personas recuerdan a Rajoy que quieren votar y emplazan al gobernante catalán a que «no se arrugue» La 'V' de la Diada reclama al presidente de la Generalitat que desobedezca al Constitucional y saque las urnas

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Cientos de miles de catalanes -1,8 millones, según la Guardia Urbana, y como máximo 520.000, según la Delegación del Gobierno- abarrotaron ayer las calles de Barcelona para formar una 'V' humana con los colores de la 'senyera', en una Diada reivindicativa y de récord, en la que el soberanismo hizo una demostración de fuerza callejera por tercer año consecutivo y lanzó el mensaje inequívoco de que quiere votar, que tiene voluntad de hacerlo diga lo que diga el Constitucional y que se ve con fuerzas para obtener la victoria.

A casi dos meses para la consulta del 9 de noviembre, la Cataluña independentista pidió al Gobierno central una solución democrática para votar sobre su futuro político y redobló además la presión sobre Artur Mas, al que reclamó que «no se arrugue» cuando tenga que decidir qué hace con la consulta que con toda probabilidad será suspendida por el Constitucional. «Ha llegado la hora de las decisiones excepcionales», afirmó al final de la 'V' Carme Forcadell, presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, organizadora con Omnium Cultural de la movilización. «President, ponga las urnas», instó Forcadell, que al término del acto fue recibida por Mas en el Palau de la Generalitat. Mas tras felicitar a las líderes de la ANC y Ómnium por la movilización lograda, instó a Mariano Rajoy a escuchar el mensaje «potentísimo» del pueblo catalán y sentarse a negociar los términos de la consulta. El presidente catalán, que se mostró «orgulloso» por el resultado la convocatoria, hizo suyo el clamor de la manifestación: «El pueblo de Cataluña quiere votar, quiere ser respetado. No se puede silenciar ni impedir votar a un pueblo que quiere votar».

En clave interna, Mas se sintió reconfortado en sus esfuerzos por mantener la unidad soberanista por encima de los intereses partidistas, ya que ese fue el mensaje que surgió del acto central de la Diada. Año tras año, la ANC consigue superar sus registros de movilización -el año pasado participaron dentro de la habitual guerra de cifras entre 1,6 millones y 400.000 personas en la Vía catalana-. El «globo no se deshincha» como vaticinó el PP y el soberanismo, en ascenso a la luz de la participación de ayer, lanzó al Gobierno de Rajoy el aviso de que podrá abortar el referendo, Constitucional mediante, pero el problema político seguirá ahí porque es de envergadura y el desafío del soberanismo va para largo. La Moncloa podrá ganar la batalla del 9 de noviembre, pero el independentismo no da muestras de debilidad, al menos en la calle. Otra cosa es el ámbito político, donde la unidad de los partidos amenaza con volar en pedazos.

La fuerza del independentismo es evidente y ni el 'caso Pujol', que se pensaba que podía actuar como elemento desmovilizador y desmoralizador. La ANC se siente fuerte por su poder de convocatoria, por ser capaz de organizar la manifestación «más numerosa de la historia en Europa», según sus estimaciones, y una vez más no dudó en ejercer de lobby del movimiento independentista para exigir a los representantes políticos catalanes que dejen de lado los intereses de partido y «actúen de acuerdo al momento histórico que vivimos». «La unidad -dijo Forcadell- nos hará indestructibles».

La voz del pueblo

Rajoy tiene un problema territorial con Cataluña y Mas, un problema con el soberanismo de base. Cientos de miles de personas tienen la sensación de estar haciendo historia y cada día que pasa parece más difícil convencerles de que no habrá consulta porque un tribunal no lo permite, por mucho que se culpe de todo a «Madrid» y se añadan unas cuantas dosis de victimismo. «La voz del pueblo está por encima de lo que opine un tribunal partidista de Madrid. No permitiremos que vuelvan a pisar la voluntad del pueblo. Seamos soberanos. La libertad no es negociable», expresó Muriel Casals, presidenta de Ómnium Cultura. Al presidente de la Generalitat, su gente le pide que se salte la ley, si no quiere pasar a los anales como el político que «falló» a los catalanes.

Mas, en cualquier caso, ha repetido varias veces en los últimos meses que quiere hacer las cosas bien y sin caer en el ridículo, dando a entender que no es favorable a una consulta ilegal. Sin embargo, la calle y también sus socios de Esquerra le exigen que desobedezca. El laberinto en que está metido es enorme y no tiene muchas opciones. Solo tres se perfilan a corto plazo: ignorar lo que diga el Constitucional, formar un Gobierno de unidad o convocar elecciones plebiscitarias.