Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
opinión

Una ocasión de oro

D. GUTIÉRREZ
Actualizado:

Hace unos años era de esos que pensaba que el Mundial de Baloncesto en España llegaba un poco tarde para la mejor generación que ha visto este país. Que superada la barrera de los 30 años el ritmo competitivo habría devorado el físico de jugadores como Pau Gasol, Juan Carlos Navarro o Felipe Reyes. Que seguirían entre los grandes, luchando por medallas, pero que sería difícil vivir páginas tan gloriosas como en Japón o en Pekín. Que les pasaría algo similar a lo que sufre en estos momentos la Argentina de Scola, Prigioni y Nocioni. Me equivoqué, como casi siempre.

Después de ver la amplia mayoría de partidos de este Mundial de España, tengo dos cosas clarísimas: La primera es que el Mundial solo lo pueden ganar USA o España; la segunda, y más importante, es que España, por juego y por equipo, tiene una ocasión de oro para soñar con el cierre mágico de un ciclo de más de una década acaparando trofeos, premios y elogios a partes iguales.

Todos somos conscientes de que si USA estuviera compitiendo en España con Lebron James, Kevin Durant y Carmelo Anthony los vaticinios serán totalmente diferentes. Incluso con la única presencia de uno de ellos. Pero también ha echado de menos España a Pau Gasol en alguna ocasión que otra.

El juego interior español es el mejor del torneo sin lugar a dudas, más allá de los enamorados de la NBA que elevan a los altares a jugadores a los que ven rendir en sus equipos, en sus entornos, con un estilo de baloncesto diferente, defensas de guante blanco en la mayoría de partidos que engloban una temporada interminable de avión en avión, y sin la dinámica de grupo necesaria para este tipo de competiciones cuando no cuentas con alguien que pueda ganarte el partido solo.

Stephen Curry, James Harden o Derrick Rose son estrellas de primer nivel. Rudy Gay, Kyrie Irving o Klay Thompson pueden encadenar una racha de tiro impecable. Y tanto Anthony Davis como Kenneth Faried pueden dar la intensidad necesaria para frenar el ritmo de los hermanos Gasol e Ibaka bajo los tableros. Pero ninguno consigue alcanzar la esencia del bloque español: hacer que sus compañeros sean mejores. Funcionar como un equipo. Sentir como un único jugador sobre la cancha. Y eso, cuando las distancias se acortan al extremo, como ahora, en una final, y con la motivación de jugar ante tu público, debe resultar decisivo. Esta vez espero (y deseo) acertar.