Felipe González da la cara por el expresident
Sostiene que el padre del nacionalismo catalán no es un corrupto y cree que con su confesión solo buscó cubrir los negocios de sus hijos
MADRID. Actualizado: GuardarFelipe González y Jordi Pujol han sido enemigos acérrimos, aliados políticos y ahora expresidentes compresivos con los comportamientos mutuos. El exlíder del PSOE no puede creer que el padre del nacionalismo catalán sea un corrupto que esconde una fortuna personal en el extranjero. Considera, más bien, que la confesión sobre la herencia de su padre y el dinero en paraísos fiscales sin regularizar durante tres décadas fue una «operación de cobertura» de los negocios de sus hijos.
Ambos dirigentes cultivaron una fuerte animadversión mutua a raíz del escándalo de Banca Catalana en los primeros años de los ochenta. Pujol vio la mano negra de González detrás de la actuación de la Fiscalía que pretendía procesarle aunque la causa se archivó. De los años de hiel pasaron a los tiempos de miel en la década de los noventa, cuando CiU se convirtió en el bastión que mantuvo en pie el gobierno socialista en minoría de 1993, hasta que en 1996 Pujol dejó caer a un González acosado por los casos de corrupción, los GAL y la crisis. Siete años después el nacionalista catalán también dejó la Generalitat. Desde entonces son veteranos expresidentes con una relación de mutua admiración y respeto.
González dio ayer la cara por Pujol con una rotundidad mayor que muchos de los compañeros de quien gobernara Cataluña entre 1980 y 2003. El socialista mostró su «asombro», se sintió «dolido» y no escondió la «enorme frustración» por la confesión del 25 de julio sobre la herencia y las tres décadas de capital opaco en el extranjero sin regularizar. El exlíder del PSOE, sin embargo, es de los que dan credibilidad a la versión del legado paterno de Florenci Pujol; «pienso que puede ser así», comentó desde Sevilla. En todo caso, se inclina por creer que es «una operación de cobertura» a sus hijos, aunque confesó no tener la certeza y prefirió «no ir más allá» porque lo suyo es «opinión y no información».
El expresidente del Gobierno señaló que «nunca» ha pensado que el exgobernante catalán sea un «corrupto». Corrupto, dijo, es «un líder que se ha aprovechado y enriquecido en el ejercicio de su función». Algo que, a su juicio, es imposible de creer en el caso de Pujol.
Mucho más distante se mostró Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno, que participó en la cumbre de la OTAN en Gales, eludió mojarse sobre la conducta del exgobernante catalán. «Estaré a lo que digan los tribunales y a la comparecencia de Pujol en el Parlament», zanjó.
Lejos de allí, en la ronda general Mitre de Barcelona, Pujol volvió a salir de su domicilio entre algún que otro abucheo e insulto. Parecía que iba a rectificar su intención inicial de acudir al Parlament a dar explicaciones sobre su fortuna depositada en el extranjero pues dijo que irá «el día que me digan» las autoridades de la Cámara autonómica. Pero a renglón seguido apostilló: «A partir de dentro de quince días». O sea a partir del 22, una vez que pase la Diada del próximo jueves y después de que su hijo Jordi declare el 15 de septiembre en la Audencia Nacional por el trasiego de dinero hacia los bancos de Andorra.