El antipoeta chileno cumple 100 años
Nicanor Parra sigue escribiendo en su casa frente al mar. Su obra ha marcado a buena parte de los autores de América Latina
BUENOS AIRES.Actualizado:En pijama, con gorra y chaleco, salió el poeta a comprar el periódico en Las Cruces, un pueblo chileno de poco más de dos mil habitantes que mira al Pacífico. Nicanor Parra, que este viernes 5 de septiembre cumplirá 100 años, quería leer la crónica sobre la entrega del premio Cervantes 2011. Se lo dieron por su audacia al romper con la tradición poética del siglo XX.
Con 96 años, Parra se disculpó por no poder escribir «un discurso plausible» sin un año de plazo como mínimo y mandó a su nieto Cristóbal Ugarte, de 20 años, a recibir los honores en la solemne Universidad de Alcalá junto al entonces Príncipe de Asturias, que lo calificó como «un poeta rupturista y un artista esencial, desnudo de adornos».
El repliegue de Parra ante la cita fue absolutamente coherente con el autor de 'Poemas y Antipoemas' (1954), que prefirió no dejarse aturdir por la pompa. No quería perder su capacidad de detectar la poesía que irrumpe en los hechos más cotidianos, en el hablar de un niño o en el discurso espontáneo y sin estridencias del hombre común. Será por eso por lo que su obra se fue ensanchando a la sombra de Pablo Neruda, el Nobel que sigue en el pedestal de la literatura chilena junto con Gabriela Mistral, su otra compatriota laureada por la Academia sueca.
En su recorrido de cien años, el poeta fue reconocido como un innovador. Unas veces ubicado en la izquierda y otras calificado como un burgués capitalista. En los 60 y 70 pareció simpatizar con la causa cubana. Pero luego fue cuestionado -y censurado en La Habana- por tomar el té con la esposa del presidente Richard Nixon en Washington tras ser jurado de un concurso.
En ese tiempo, el socialista Salvador Allende había sido elegido presidente de Chile. Parra criticó al gobierno izquierdista de Unidad Popular, que fue brutalmente interrumpido por el golpe de Augusto Pinochet. Entonces el poeta no se exilió, sino que se refugió en la docencia. Solo allí, en su terruño, podía nutrirse.
«Embutido de ángel y bestia»
Nicanor Parra nació el 5 de septiembre de 1914 en San Fabián de Alico, cerca de Chillán, al sur de Chile. Era el hermano mayor de la célebre Violeta Parra, una referente ineludible de la música de su país, que se suicidó a los 50 años. «Éramos como vasos comunicantes», decía de la autora de 'Gracias a la vida'. Su padre fue maestro y su madre tejedora.
Con el tiempo se graduó como profesor de Matemática y Física en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. El año en que egresaba publicó 'Cancionero sin nombre', su primer libro de poemas. Viajó a Estados Unidos con una beca para estudiar mecánica avanzada y luego vivió en la Universidad de Oxford, en Inglaterra, donde tomó un curso de cosmología. Quizás también en ese periplo buceó en el universo de la poesía surrealista.
Mientras se desempeñaba como profesor, en 1954 publicó 'Poemas y Antipoemas', que rompió con toda impostura. Allí se describe a sí mismo como «un embutido de ángel y bestia». «Durante medio siglo, la poesía fue el paraíso del tonto solemne hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa», rezan sus líneas. «Suban si les parece. Claro que yo no respondo si bajan echando sangre por boca y narices», advierte.
Mientras daba clases en el instituto, sus alumnos salían excitados con las propuestas excéntricas del profesor, que los mandaba a buscar material escrito en muros y puertas de baños públicos. Parra obtuvo el Premio Nacional de Literatura en su país en 1969, el Juan Rulfo en 1991, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2001, el Cervantes en 2011 y el Premio Iberoamericano Pablo Neruda en 2012. Su obra irradió a otros autores chilenos e hispanoamericanos y llegó a la prosa.
Se casó varias veces y tuvo tres hijos. Ya retirado, dedicó gran parte de su vida a traducir 'El rey Lear', de William Shakespeare, y quiso hacer lo mismo con 'Hamlet', pero abandonó el proyecto después de cuarenta años de trabajar en ello. No se deja ver mucho, aunque su nieto asegura que sigue lúcido, que lee -sin gafas- los periódicos completos cada mañana, escucha música, recibe visitas y escribe en cuadernos que acumula a cientos en su casa frente al mar. «Creo que moriré de poesía», escribió alguna vez. Sin duda, hace rato que es el poeta más longevo que ha dado Chile.