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Editorial

El Newman de Vejer

MONTIEL DE ARNÁIZ
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Empezó con 'Abre los ojos'. En ese período que, con razón, han tildado de adolescencia, abría los ojos a la crítica de todo lo conocido. Era una invectiva imponderada, subjetivísima y arrogante, como debe ser la que ofrece la mirada limitada y testosterónica de un recién veinteañero. Viéndolo en perspectiva, comprendo que era el intento, repetido una y otra vez en el tiempo, de afirmarme, de romper vínculos asociativos con los progenitores, de ser auténtico y alzar voz propia.

Decía que en la crítica adolescencia crítica no me gustaba el cine español. Me repelía su humor casposo de chiste grueso, la obligatoriedad del destape de la hembra de moda, el tratamiento extravagante de la homosexualidad y su lenguaje soez. Y entonces aparecieron Alejandro Amenábar y Mateo Gil. 'Abre los ojos' me maravilló por su seriedad, su guión literario e inteligente y sus actores, espectaculares. Después descubrí 'Tesis' (una obra mayúscula), 'Mar adentro' y 'Nadie conoce a nadie'. Amenábar me abrió los ojos y pude perdonar a Pedro Almodóvar ('Volver', 'Todo sobre mi madre') y volverme un friki como Álex de la Iglesia ('El día de la bestia', 'Las brujas de Zugarramurdi'), pasando por Jaume Balagueró y la trilogía de 'Rec'. Luego llegó 'Celda 211', de Daniel Monzón, un film magnífico que encumbró a Luis Tosar como uno de mis actores favoritos y a 'Malamadre' como uno de los mejores caracteres españoles jamás creados. Es una obra inteligente, tensa, bien llevada y al mismo tiempo muy nuestra, como 'El niño'.

Actualmente, pocos abren los ojos tan bien como Jesús Castro. El 'niño' de moda lleva sus veintiún años a todas las portadas del país por su interpretación del famoso narcotraficante. A Jesús lo deben querer matar los primeros espadas de su nuevo gremio. Aparte de esa mirada eléctrica que encandila a las niñas, nuestro gaditano ha exhibido unas dotes interpretativas inesperadas en un novato sin previa preparación teatral. Arropado por dos veteranos de calidad como el propio Tósar y Sergi López, su personaje brilla entre ellos con un papel creíble. Es un chavea de los que escupe esta tierra, de ésos que echan cojones a la vida y lo mismo sablean gabachos en el Puente Zuazo, que se alistan a los tercios de Flandes, o cogen el petate y se largan a Londres a enseñar español a los 'fuckin' británicos. Todo esto veía yo, perdida ya la adolescencia, en el mirar de Jesús, en el color diamantino de sus ojos, en su figura delgada y tan de aquí. Y me alegra. Me regocija que un gaditano humilde y talentoso salga de las entrañas de ese pueblo mágico que es Vejer de la Frontera para dominarlos a todos. Sin anillo único.

@montieldearnaiz