El nuevo 'chico Monzón'
El realizador también recupera a su actor tótem, Luis Tosar, para su película 'El Niño' El director de 'Celda 211' descubre al nuevo talento del cine español, Jesús Castro
Actualizado: GuardarNo es fácil para un chico de 21 años gestionar lo que ocurre a su alrededor cuando se convierte en la revelación cinematográfica del año. En cuestión de meses, el gaditano Jesús Castro pasó de acudir cada mañana al instituto de Vejer de la Frontera, donde estudiaba electrónica, a sumergirse en el rodaje de una película bajo las órdenes de Daniel Monzón -el director que se consagró hace cinco años con la aclamada 'Celda 211'- y, después, a protagonizar portadas de revistas, responder a las preguntas de los periodistas e intentar no guiñar los ojos ante las decenas de flashes y pilotos rojos que buscan al nuevo rostro del cine español. Le han bautizado como 'el niño bonito del cine', le comparan con fenómenos como 'el Duque' o Rubén Cortada e incluso hay quien encuentra en este joven al heredero de Paul Newman o al Steve McQueen del siglo XXI. Es Daniel Monzón el encargado de resolver el misterio. «A Jesús lo pones delante de la cámara y tiene eso que tienen las grandes estrellas, un aura, magnetismo», zanja el cineasta.
Para encontrarlo fue necesario peinar Andalucía y realizar más de 3.000 entrevistas, pero cuando Yolanda Serrano, directora de 'casting', le vio, lo tuvo claro. «Me tocó el último grupo, que eran todo chicas, y me dio reparo, pero cuando cogí la mochila para irme llegó Yolanda, me cogió del brazo y me metió para dentro», explica Castro. Así de azarosa arrancó la incipiente carrera de este joven que «por no salir, no salía ni en los vídeos familiares». Ahora, además de 'El Niño' ha rodado 'La isla mínima', que se estrena el 26 de septiembre, y anuncia que le encantaría seguir trabajando en la interpretación. El nuevo ídolo compartió rodaje con pesos pesados como Eduard Fernández, Sergi López o el 'chico Monzón' por antonomasia, Luis Tosar, que en esta ocasión pasó de interpretar al rudo preso 'Malamadre' a dar vida a un policía obcecado en perseguir las redes de tráfico que operan en el Estrecho de Gibraltar, uno de los principales coladeros de la cocaína en Europa.
La idea de retratar este complejo enclave fue del guionista Jorge Guerricaechevarría, que invitó a Monzón a preguntarse qué mueve a los chavales a coger una lancha rápida y cruzar el Estrecho para transportar 3.000 kilos de hachís, aparte de la obvia ganancia económica. «Enseguida vi las posibilidades plásticas: un helicóptero, una lancha, el mar y velocidad podían ser algo que tuviera mucha fuerza», dice el cineasta. Rastreando en Youtube encontraron vídeos de persecuciones a lanchas rápidas que Vigilancia Aduanera cuelga como método disuasorio para los delincuentes y descubrieron todo un movimiento de veneración alrededor de los mismos, con montajes de vídeos a los que se añade música y reciben miles de visitas en la red. «Ahí vimos que había dos perspectivas a uno y otro lado de la ley», explica Monzón, que tomó del brazo a Guerricaechevarría y se fueron a explorar una zona que permanecía aún virgen en el cine a pesar de que «es un enclave fascinante y lleno de contrastes, fruto de la confluencia de fronteras reunidas en apenas 16 kilómetros: dos continentes, tres nacionalidades y dos mares enfrentados».
Complejos personajes
Una vez elegido el enclave y el tema, Monzón se dedicó a la composición de los complejos personajes, llenos de aristas y obcecadamente duales que acostumbra a retratar. Con la colaboración de Policía, Guardia Civil y Vigilancia Aduanera, lograron componer un retrato de su modo de trabajo y sus motivaciones y, tirando del hilo, lograron también acceder al otro lado y contactar con 'gomeros', los conductores de lanchas rápidas encargados de transportar la mercancía. «Era una pareja que se dedicó al narcotráfico en los 80 e incluso pasó por la cárcel y, cuando se enteraron de que éramos los de 'Celda 211', se convirtieron en libros abiertos», subraya Monzón, que gracias a ese contacto logró un perfil veraz que aplicar a sus personajes. «No tienen nada que ver con los traficantes que se reflejan en otras latitudes, así que nos hemos alejado de los tópicos para reflejar nuestra particular idiosincrasia». Unas connotaciones que incluyen desde la cercanía y el «gracejo andaluz» hasta las motivaciones más dispares. «La principal es el dinero, pero también las ganas de velocidad, de llevar un bólido en el mar con el aliciente de hacer algo que desafía la ley y el aura que te da en tu entorno. Empezaban como un juego y acababan enganchados a la camaradería».
Una de las sorpresas fue reconocer motivaciones similares en las fuerzas de seguridad, enganchados a la adrenalina de las persecuciones. «Son conscientes de que lo que ocurre allí es un monstruo de cien cabezas imposible de erradicar, pero sienten la satisfacción del trabajo bien hecho, a pesar de saber que un esfuerzo ímprobo en una investigación podía irse al traste por un defecto de forma, lo que frustra y mina la moral», apostilla. «Además de que la cantidad de dinero que pasa por delante de sus ojos es tal que algunos acaban aceptando el soborno».