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Editorial

De pesca en Wyoming

FERNANDO SICRE GILABERT
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La pesca de río y un entorno inigualable, las Montañas Rocosas de donde es originario Paul Volker, han hecho de Jackson Hole el santuario económico y bancario donde discutir cada verano sobre asuntos de interés económico mundial. Todo tiene explicación en la vida. Volker pasaba sus vacaciones en su tierra de Kansas y le gustaba practicar su afición, la pesca de río. Así es que ni corto ni perezoso, promocionó ese peregrinar de insignes economistas cada año, no destrozándole del todo su estancia estival en casa, donde además echaba la caña por si entre tipos de interés y compra de bonos algún pez picaba el anzuelo.

El BCE tiene una especial preocupación: el estancamiento económico aderezado con deflación. Y además parte de una premisa indubitada: el banco emisor no puede actuar en solitario ante tamaño problema. Sólo una reacción de los demás bancos emisores y de los Estados, con actuaciones de naturaleza macroeconómica de envergadura, pueden sentar las bases para la reactivación de la demanda y salir del problema en el que nos vemos inmerso. Draghi sabe lo que hace y lo que dice termina por hacerlo. Sus palabras mágicas pronunciadas en el año 2012 han cambiado sin duda nuestro rumbo: «Dentro de nuestro mandato, el BCE está preparado para hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme será suficiente». Y dicho y hecho. Se produjo el punto de inflexión con la prima de riesgo y el riesgo de desaparición del euro, entonces cuestionado, dejó de ser tal. Hemos pasado de 638 puntos básico de la prima de riesgo, con rentabilidad del bono a diez años en el 7,61%, a una prima ahora de 75 puntos básicos e intereses en los mercados a corto de tres y seis meses prácticamente negativos.

En Jackson Hole se ha hablado de empleo. Y se ha dicho al respecto que es posible mejorarlo sin incumplir los objetivos de austeridad. Las herramientas para actuar, política monetaria por los bancos centrales y políticas fiscales y reformas estructurales por los gobiernos. La combinación de estas tiene ahora un objetivo prioritario: la creación de empleo para conseguir mejorar el contexto social. Y a tal efecto se vuelve a insistir en algo manido: más y mayores reformas estructurales que posibiliten flexibilizar la economía europea, sobre todo el mercado de trabajo, con la finalidad última de hacerla más competitiva.

Entre pescado y pescado de montaña se han sentado las bases para salir del atolladero. Combinación de política monetaria expansiva, recaudación fiscal apoyada cada vez más en la imposición indirecta y reformas estructurales de todo tipo, tendentes a hacer más flexibles las anquilosadas estructuras económicas europeas, que nos alejan de ser una zona económicamente competitiva, incapaz de dar auténticas respuestas a los mercados. Y como guinda de todo ello, una depreciación no traumática del euro, lo que representará una ventaja competitiva adicional.