«Es una herida abierta que no sanará hasta que tengamos a Raúl aquí»
La madre de uno de los españoles fallecidos en el accidente del Swiftair asegura «otros pilotos ven imposible que fuera sólo una tormenta»
SAN SEBASTIÁN.Actualizado:Ha pasado poco más de un mes del accidente que les arrebató la vida de su hijo, Raúl Montero Rodríguez, pero para sus padres, Julia e Isidro, la vida permanece prácticamente en suspenso desde el pasado 24 de julio, cuando el avión de la compañía española Swiftair en el que viajaba el joven tripulante de cabina guipuzcoano de 28 años se estrelló en pleno vuelo en Malí.
«Ya no tienes la rabia de los primeros días, esos momentos en que sientes que no te quedan ganas de vivir. Ahora vamos aceptándolo. Esta misma mañana nos acaba de llegar el certificado de defunción. Con él en la mano empiezas a asumir que ya no volverá, que está muerto», confiesa Julia, tratando de contener las lágrimas ante las fotografías que le devuelven a su hijo Raúl «siempre con una sonrisa, como era él».
La identificación de los restos mortales se ha prolongado durante varias semanas, más de las esperadas en un principio por la familia. En la aeronave viajaba 116 personas de 15 nacionalidades diferentes, entre ellas los seis españoles de la tripulación. Las muestras biológicas facilitadas por los familiares han resultado claves a la hora de confirmar sus identidades mediante análisis de ADN. Las primeras labores de investigación se pusieron en marcha apenas horas después de producirse el siniestro.
«La primera noche, agentes de la Ertzaintza vinieron a nuestra casa a llevarse cosas de Raúl, pero, como se había ido a vivir fuera, no teníamos más que un par de pañuelos y alguna otra prenda. No sirvieron para encontrar restos de ADN. Al día siguiente nos fuimos a Madrid y allí la policía científica vino a tomarnos muestras a los tres, a mí, a mi marido y a nuestro hijo pequeño, Marcos, para poder compararlas. También nos pidieron una fotografía. Cuando llegó su maleta desde Argel, con las pertenencias que había dejado en el hotel, pudimos facilitarles algún objeto personal más», explica la madre, mientras recuerda los primeros días tras la tragedia, cuando la familia se desplazó hasta la capital española. Allí contaron con la ayuda de psicólogos y el apoyo de trabajadores y responsables de Swiftair.
Julia hace memoria de los 10 días que pasaron alojados en un hotel junto a Nuria, la novia de Raúl. «Nos sentimos muy arropados por los jefes y los compañeros de nuestro hijo. No nos dejaron solos en ningún momento. Venían en parejas y hacían turnos de cuatro horas para hacernos compañía, contándonos anécdotas: que si Raúl había aprendido a jugar a pádel, que si otro de sus compañeros fallecidos en el avión le estaba enseñando a hablar en ruso, historias como la de aquella vez que fueron a Islandia y, a pesar de lo que llovía, él se empeñó en salir a pasear para conocer la ciudad en la que estaban.», relata.
La espera de noticias se hacía interminable. Según explica, «pensábamos que las cosas se iban a solucionar con más rapidez, porque se trataba de un vuelo de la ONU y nos dijeron que, además de Francia, también Estados Unidos intervendría en el caso, pero los días pasaban y decidimos regresar a casa. Nos informaban de lo que iban haciendo, de cómo iban rastreando todo el perímetro del accidente y no acabarían hasta que no quedara ni una sola zona, pero sabíamos que la identificación de los cadáveres se iba a demorar en París por el estado en que estaban».
La familia aguarda ahora una nueva llamada de Swiftair para volver a desplazarse a Madrid. Los restos mortales de Raúl y sus compañeros llegarán a España hacia mediados de septiembre, aunque aún no se ha concretado la fecha. «Es un herida abierta que no sanará hasta que lo tengamos de regreso y podamos celebrar el funeral», señala.
Investigación abierta
Más tiempo les llevará conocer las circunstancias que rodearon el accidente del avión en el que viajaba su hijo, ese vuelo de Air Algérie que, operado por la compañía Swiftair, partió de la capital de Burkina Faso con destino a Argel.
Identificados los restos de pasajeros y tripulantes, las autoridades francesas, que se hicieron cargo de la investigación, se centran ahora en determinar las causas del suceso a partir de datos como los que les ofrezca la primera de las cajas negras del avión. La segunda, al parecer, no funcionó y únicamente disponen de los registros referidos a datos del avión en vuelo.
«Se ha descartado que se trate de un atentado, aunque los pilotos con los que hemos hablado también nos decían que es imposible que lo ocurrido se deba sólo a una tormenta. Eso, por sí solo, no. Tuvo que haber una acumulación de factores. A la tormenta se unió que era de noche, que cubrían un tramo sin cobertura para radares ni teléfonos... Tal vez se formó una tormenta de arena que, en combinación con el aire frío de la tormenta que encontraron arriba, formó un tornado y les absorbió. Puede que ellos pensaran que iban en línea recta, cuando en realidad se precipitaban en picado. De ahí que no hubieran reducido la velocidad», explica Julia, subrayando que «de momento, no es más que una hipótesis».