Cataluña en su atolladero

El regreso vacacional de septiembre representará para Cataluña una vertiginosa carrera de diez semanas hacia la fecha fatídica del 9 de noviembre. El periplo comienza el día 2, día en que con toda probabilidad Jordi Pujol acudirá al Parlamento de Cataluña a tratar de explicar lo inexplicable, tiñéndolo de imaginario agravio español al soberanismo. El día 11 se celebrará la Diada, concurrida pero con escasa ilusión. Posteriormente, ya en la segunda quincena del mes, la Cámara alumbrará la ley de Consultas, que será recurrida por el Gobierno ante el Constitucional, y automáticamente suspendida tras el recurso. Y poco después Artur Mas promulgará el decreto de convocatoria del plebiscito, que también será recurrido y vetado. En esta hora de desconcierto en que ha llegado el momento de concretar la alocada carrera nacionalista hacia ninguna parte, el debate interno del independentismo versa sobre si, tras los vetos del Constitucional, el Gobierno de la Generalitat debe o no sacar las urnas a la calle. Esquerra, ya más potente que CiU, es partidaria del desplante ilegal. No parece que Mas vaya a ceder al disparate, pero el futuro, en cualquier caso, se presenta muy gris para quienes, desatinadamente, dieron la señal de salida a este desenfreno.