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Hollande se deshace de los rebeldes
Las críticas del ministro de Economía contra la política de austeridad obligan a Hollande a remodelar el Ejecutivo
Actualizado: GuardarLa lluvia y las nubes negras que cubrían el cielo de París presagiaban una jornada agitada. El día que la capital francesa se engalanaba para conmemorar por todo lo alto el septuagésimo aniversario de su liberación de las garras del nazismo será recordado, sin embargo, por una grave crisis de Gobierno que vuelve a tambalear los cimientos de la ya de por sí convulsa escena política gala. El primer ministro de Francia, Manuel Valls, presentó ayer la dimisión en bloque de su equipo al presidente de la nación, François Hollande. Un duro revés que conllevará una remodelación gubernamental cuyos pormenores se anunciarán hoy.
Las críticas internas vertidas sobre las directivas económicas que Hollande presentó el pasado invierno han hecho insostenible al Ejecutivo formado por Valls en abril tras la derrota socialista en las elecciones municipales. Un variopinto grupo de trabajo que sólo se ha mantenido en activo 147 días, acorralado por los máximos históricos de desempleo (más de 3 millones de parados, casi un 11% de la población activa), un crecimiento estancado sin visos de pronta recuperación, y el azote de los grandes triunfadores de aquellos comicios, la conservadora Unión por el Movimiento Popular (UMP) y la extrema derecha del Frente Nacional.
Valls, designado a finales de marzo como sustituto de Jean-Marc Ayrault, recibió el encargo de formar un nuevo equipo «en coherencia con las orientaciones» que la presidencia ha definido para el país. El baile de carteras y rostros, tutelado por el propio Hollande, servirá para relevar de sus cargos a una minoría de ministros críticos con el 'pacto de responsabilidad' propugnado por el presidente para estimular la productividad.
El fin de semana prometía turbulencias. El titular de Economía e Industria, Arnaud Montebourg, criticó en una entrevista publicada en 'Le Monde' las medidas de consolidación fiscal de Hollande y solicitó al Gobierno que dejase en un segundo plano la reducción del déficit público. Representante del ala izquierda del Partido Socialista francés, censuró sin tapujos «los axiomas ideológicos» que «la derecha alemana ha impuesto a toda Europa», en referencia a la política de austeridad, y alertó del «grave riesgo de deflación en la zona euro» si prosiguen las reformas. En consonancia con sus ideas, remató pidiendo un cambio de dirección radical, una postura que «traspasó la línea amarilla», según manifestó a la agencia AFP un colaborador de Valls.
Súbditos de Alemania
Aunque en rueda de prensa confirmó que se quedaría fuera de la nueva estructura de poder, Montebourg apuntaba a mediodía a la emisora 'Europe 1' que no tenía intención alguna de dejar su puesto por el mero hecho de participar en lo que él denominó «un debate abierto sobre el devenir económico del país». En cualquier caso, sus reproches encontraron un apoyo en el ministro de Educación, Benoît Hamon, que igualmente exigió a Hollande que se separase de la línea marcada por la canciller germana, Angela Merkel, para reactivar de este modo el poder adquisitivo de los consumidores. «Alemania sirve a sus intereses personales, no a los de Europa», declaró a 'Le Parisien'. La tercera en discordia es Aurelie Filipetti, ministra de Cultura, que remitió una carta a Valls defendiendo «los ideales de la izquierda» frente a la austeridad.
El primer ministro, que se acerca peligrosamente en los sondeos a Hollande -un mandatario que ha batido todos los records al situarse como el presidente más impopular de la V República-, debe consolidar ahora un gabinete que defienda sin fisuras el plan de recortes presupuestarios de 50.000 millones de euros previsto para los próximos tres años. Un plan que prevé congelar las pensiones, los salarios de funcionarios y ciertos servicios públicos, así como numerosas desgravaciones para empresas. El proyecto, que también contempla financiar con 30.000 millones de euros la reducción de las cotizaciones patronales, pretende cumplir con el objetivo de déficit acordado con la Comisión Europea, un 3% del PIB en 2015.
El inminente cambio de timón no tardó en recibir la reprobación de las fuerzas de la oposición. La diputada ultraderechista Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional, el partido más votado en Francia en las elecciones europeas de mayo, reclamó la inmediata disolución de la Asamblea para «darle la palabra a la ciudadanía», que, asegura, es contraria a «la sumisión a la UE». A su juicio, la remodelación «no modificará nada», ya que «se nombrarán ministros que aplicarán la política dictada por Bruselas».
Por su parte, en la UMP se mostraron convencidos de que esta crisis llevará a los socialistas a perder la mayoría parlamentaria, con la obligación de convocar elecciones de forma anticipada.