La frontera entre el sí y el no
En la Escocia que linda con Inglaterra la oposición a la independencia parece mayoritaria
LONDRES.Actualizado:Michael Cook ve desde su casa en el promontorio de Lamberton el país en el que nació y en donde tiene su código postal y el horizonte del mar del Norte. El hospital en el que su madre inglesa dio a luz está en Berwick-upon-Tweed, en Inglaterra. Su casa es escocesa, como él y como su padre. En cuanto al mar, aún no tiene en este punto las líneas que se trazan en mapas para dividir su riqueza. Estudió Historia de Escocia en la Universidad de St. Andrews, se licenció en Derecho y ejerció la abogacía en Berwick. Es concejal del ayuntamiento del distrito y vicepresidente de la Convención de Autoridades Locales. Se presentó como independiente y fue elegido en una comarca con tradición de candidaturas de este tipo en la administración municipal.
Es un anglófobo a tiempo parcial. Cuando era pequeño, tenía disputas con su hermano mayor porque, si había una competición deportiva, el primogénito apoyaba a Inglaterra y él, a Escocia. Ve ahora esa contienda fraterna como una metáfora de la relación entre los dos países. «Si veo un partido de rugby, yo soy anglófobo durante hora y media. Pero eso es deporte y después te ríes. He crecido y madurado», dice. Cree que hay un elemento soterrado de anglofobia en el afán de la independencia. «Se dice que la campaña del 'no' es negativa, pero yo creo que hay algo hermoso en señalar lo que nos une» añade. «Me deslumbra ver todo lo que tenemos en común la gente de las naciones de Europa». Tiene decidido su voto, desenlace de un diálogo entre cerebro y corazón.
«Los partidarios de la independencia la presentan como una opción sin riesgos, pero en las cuestiones prácticas -moneda, inmigración...- han perdido. Planteé a un ministro del Gobierno mi caso en una reunión pública y me dijo que podré mantener mi ciudadanía británica. Yo veo riesgos en esas cuestiones prácticas, porque no se puede pretender que podemos elegir la combinación que nos gusta». En las cuestiones del corazón, Michael Cook no quiere desgarrar su identidad híbrida. Aunque, en el final de la conversación, desvela que, para el nacimiento de su hija, su mujer y él decidieron ir a un hospital en Edimburgo. Quería terminar de algún modo con un sentimiento de «ambigüedad».
Hay que descender de Lamberton para llegar a Eyemouth. Un 'Yes' plantado en una campa, en el acceso por carretera. Casas austeras crecidas en torno a un bello puerto pesquero. Joan Campbell, concejal del Partido Nacional Escocés (SNP), enumera en una cafetería razones para el 'sí': tener el Gobierno que elegimos, proteger los servicios públicos, la cercanía de la administración... Pero, ¿independentista? «Lo soy desde muy joven», dice. «Tendría ocho años cuando unos jornaleros irlandeses, de Donegal, llegaron para la cosecha, en la granja donde trabajaba mi padre. Vivían en una pobreza que no habíamos conocido, pero me sorprendió su orgullo. Hablaban de su país, de su política. Estaban orgullosos de su nación. Nosotros nunca habíamos sido valorados por nuestra contribución. Nos habían quitado el poder».
Tras una larga vida laboral, tras estudiar, ya adulta, Historia y Literatura escocesas en la Universidad de Glasgow, cuando regresó quiso contribuir y acabó como concejal. No le gusta la idea de aislamiento, define su orgullo nacional como tranquilo y la idea de ser británica como la de ser escandinava, algo que no es nacional.
Un alemán dice no
La primera frontera en esta región se levantó cien kilómetros más al sur. Cerca de la actual Newcastle termina, en la costa este, el muro de piedra y las fortificaciones que levantó el emperador Adriano para proteger la Britania romana del hostigamiento de los bárbaros del norte. La línea está ahora marcada al sur de Eyemouth con banderas y carteles de bienvenida en la A1, la más larga carretera del reino, 660 kilómetros, entre Londres y Edimburgo.
Berwick pasó entre manos escocesas e inglesas en pleitos fronterizos del pasado pero es ahora una villa comercial y pesquera atravesada por el río Tweed, que luego se convierte en linde entre Inglaterra y Escocia. Pronto en Coldstream. Los Guardas de Coldstream son el regimiento más antiguo del Ejército británico. Se formó en la guerra civil del siglo XVII y su última operación fue en Afganistán. Tiene nombre escocés pero sus soldados son ingleses.
El cartel de bienvenida dice 'Coldstream, el primer pueblo fronterizo auténtico'. En la última curva antes de cruzar a Inglaterra, una pancarta: 'Orgullosos de ser escoceses. Encantados de estar unidos'. Parada en Jedburgh. «Es una lástima que no esté el jefe», dice la empleada del hotel. «Es muy partidario el 'sí'». Ella cree que hay muchas incertidumbres. Por los caminos del sur, un paisaje de árboles, setos, granjas. Robert Neill votará 'no'. Cultiva 450 hectáreas en Nisbet, Escocia, y sus hermanos, 305 y 265 en Inglaterra. Tienen 860 cabezas de vacuno para carne, 1.600 para leche, 3.000 ovejas y corderos. Vende carne de vacuno en Escocia, leche a una gran empresa holandesa, cordero a supermercados británicos, cebada a cerveceras.
La autonomía ha sido buena para su sector, porque Edimburgo entiende mejor sus circunstancias -tierras menos fértiles, más altas...- que el Ministerio en Londres. La independencia les daría voz propia en las instituciones europeas donde se dicta la política comunitaria y sería positivo. Pero Robert Neill no cree que Escocia sería admitida automáticamente en la UE. Exdirectivos del sindicato de granjeros han declarado su intención de votar 'sí', pero Neill cree que la puede apoyar gente de Aberdeen, rica por el petróleo, pero aquí sólo hay agricultura. Y además: «No somos suficientemente grandes. Es como Reino Unido diciendo que quiere irse de la UE. Europa es un poder en negociaciones de comercio mundial. Reino Unido es un punto en el océano y Escocia, la cabeza de un alfiler». Guido Paepcke, alemán, profesor de manufactura de herramientas en Hamburgo, ha pasado diez días recorriendo Escocia con su mujer y sus tres hijos. «Creo que es mejor decir que no. Me gusta la idea de independencia, pero no tiene sentido. Es mejor construir buenas escuelas y carreteras», dice.
de septiembre es la fecha prevista para la celebración de la consulta.
millones de personas constituyen el censo electoral. Se espera una participación del 80%.