Fueron los primeros, serán los últimos
Actualizado:Una milésima de nanosegundo después del Big Bang el Ente Supremo conjuró toda la energía existente en un punto para que de él se crease la materia. El azar o la mano divina quisieron que aparecieran el oxígeno, el hidrógeno, el carbono y el nitrógeno. Su facilidad de combinación y su receptividad hicieron que se multiplicaran las posibilidades de mixturas. Enlaces, protones, radicales, iones positivos y negativos, electrones, reacciones ilimitadas, órbitas y valencias hicieron el resto. A ellos se sumaron el azufre, el fósforo, el calcio y una serie de metales y metaloides surgidos por casualidad.
Al poco tiempo aparecieron unas combinaciones proteínicas hacedoras de vida o por lo menos modificadores de la misma. Tuvieron que esperar a que apareciera la primera célula para que esa mixtura, hasta ese momento inerte, adquiriera vida propia y pudiera multiplicarse al recaudo de otros núcleos. Fueron los primeros virus. Existieron antes que la propia vida y perduraran cuando la vida empiece a extinguirse del planeta.
Después de las guerras, las epidemias han sido los fenómenos que más han diezmado la población mundial. La peste bubónica de la Edad Media, la viruela y la fiebre amarilla de los siglos XVIII y XIX, la gripe de principios del XX, produjeron reducciones millonarias de la población mundial. Lo que fue la alarma de la gripe aviar hace unos años no es nada con la provocada por el virus del ébola. Desde su descubrimiento en 1976 en la República Democrática del Congo muchos han sido los brotes que siempre han afectado a países pobres centroafricanos. Los muertos ya se cuentan por miles. Mientras la enfermedad ha afectado a negros desamparados, pobres y poco viajeros a los organismo sanitarios internacionales no les ha preocupado. Las cosas han cambiado, la enfermedad sigue siendo igual de mortal pero se ha extendido por varios países, algunos de ellos mejor comunicados. La alerta sanitaria decretada por la Organización Mundial de la Salud insta a todos los países a involucrase en un problema grave que puede convertirse en pandemia. Los países ricos deben colaborar en controlar el brote, y ello precisa de inversiones que supongan la mejora de las condiciones de salubridad de los países afectados. Con el conocimiento y la ayuda, tanto en medios humanos como materiales, se podrá conseguir frenar una epidemia. Como siempre la respuesta internacional tarde y mal. Seguro que en poco tiempo aparecerán medios diagnósticos más rápidos y eficaces, surgirán tratamientos efectivos en cuanto la población afectada sea blanca y del primer mundo. Ocurrirá lo mismo que con el VIH, los blancos nos salvaremos y los negros no podrán acceder a los tratamientos por su elevado precio.