Apuntes

Una tragedia con fecha fija

La provincia de Cádiz, como en el verano de 2013, se enfrenta a una emergencia humanitaria en forma de avalancha de inmigrantes que sus recintos apenas resisten

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Para los vecinos y los habituales de la provincia de Cádiz es una imagen común. Casi les ha acompañado siempre. Verla en la televisión es casi un tópico e, incluso, muchos han tenido que afrontar el trago de verlo en directo. Es la llegada de decenas, cientos, de personas que se han jugado la vida para atravesar el Estrecho. Niños, mujeres pero, mayoritariamente, hombres jóvenes en una fuga que iniciaron hace meses, miles de kilómetros al sur del Sahara, y que tiene Tarifa como tierra prometida, vestíbulo de la vetusta Europa en la que esperan encontrar la supervivencia económica. Pero por muy habituados que estemos, aún estremece pensar en cada caso individual, en cada vida. Ayer fueron casi 300 en uno de los días más complicados que se recuerdan. Llegaron en oleadas, sobre lanchas de juguete, neumáticos y barcas frágiles. Sólo el buen tiempo, que propicia de forma periódica estos picos de llegadas, ha evitado cualquier desgracia en aguas del invisible puente entre África y Cádiz.

Todo apunta a que las llegadas seguirán en los próximos días, sólo la climatología puede pararla porque las administraciones a ambos lados parecen incapaces de atajar este fenómeno, de frenar a las mafias que se lucran con el tráfico de personas y de ofrecer algunas oportunidades a los que llegan buscando la mínima.

Mientras esas circunstancias no se den, y van décadas de fracasos crecientes, detener la llegada de inmigrantes será como tratar de retener una ola con las manos.

Pasarán los veranos y volverá a ser una imagen inevitable.