Turquía lleva a la gloria a Erdogan
El primer ministro gana las elecciones y se convertirá en su duodécimo presidente
Actualizado:Los pronósticos se cumplieron y no será necesaria una segunda vuelta. Aunque la Junta Electoral anunciará hoy los porcentajes definitivos, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, amasó el 52,1% de los votos en los comicios celebrados ayer en el país euroasiático, los primeros en los que el voto popular directo permitía designar al jefe del Estado, y se convertirá en el duodécimo presidente de la república. «Nuestro pueblo elige hoy sin intermediarios, un acontecimiento trascendental para nuestra historia política», declaraba cuando ejerció su derecho en un colegio electoral en el barrio de Uskudar, junto a su esposa Emine y sus cuatro hijos. En cuanto conoció los números del recuento, Erdogan abandonó el hogar familiar para dirigirse en avión a Ankara, donde miles de simpatizantes ya festejaban en las calles el triunfo del líder del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP).
Finalmente, el académico Ekmeleddin Ihsanoglu reunió el 38,3% de los sufragios. Un resultado que repercutirá en el futuro del Partido Republicano del Pueblo (CHP), su principal valedor, ya que el dato otorgará cierta estabilidad al islamismo moderado de Ihsanoglu (otrora secretario general de la Organización de la Cooperación Islámica) frente a la rama kemalista, de corte laico y progresista, que representa Kemal Kilicdaroglu. A juicio de los analistas, la oposición que ejercerá el CHP sobre los herederos de Erdogan se caracterizará por la mesura. Por su parte, la izquierda kurda, baluarte del activista y abogado Selahattin Demirtas, no ha cumplido sus expectativas, con un apoyo cifrado en el 9,6%.
Ahora bien, la pregunta del millón (de liras) es qué panorama político dibujará la elección de Erdogan como presidente de la república tras doce años al frente de la Administración. Sabemos que el todavía primer ministro quiere convertir este cargo simbólico y honorífico, que cubre un periodo de cinco años, en un sistema presidencial de facto, y, si es posible, en un sistema presidencial legal si logra modificar el texto constitucional. La reforma que tanto anhela sólo será posible si el AKP disfruta de una mayoría de dos tercios en el Parlamento, una cuota de representación de la que actualmente no dispone. Para incrementar el poder que se atribuye a la jefatura del Estado, su partido debería obtener una aplastante victoria en los comicios legislativos de 2015. El problema es que la marcha de Erdogan podría debilitar electoralmente al AKP, dejándolo huérfano de un líder sólido y carismático en el Gobierno. Una ausencia que fácilmente puede desencadenar todo tipo de conspiraciones palaciegas en el gran estandarte del neoislamismo.
Sin embargo, a título personal, el mandatario sale reforzado. Para empezar, tendrá la potestad de convocar y presidir las reuniones del gabinete de ministros, y controlará los estamentos tradicionalmente vinculados a la autoridad secular, caso del Ejército o la Fiscalía. Lógicamente, la inmunidad judicial que otorga la presidencia es un dulce muy goloso: como prerrogativa, le permitirá escabullirse de los casos de corrupción por cobro de comisiones y blanqueo de dinero que pueden salpicar a la gestión empresarial de su familia. Eso sí, según establece la Constitución, Erdogan debería regirse por la imparcialidad, cortando cualquier vínculo con sus compañeros del AKP. Algunos de sus camaradas de filas aseguran que formará una suerte de 'consejo de sabios' para que actúe como intermediario, sorteando así las trabas de la normativa oficial.
En cuanto a su posible sustituto en el Gobierno, se barajan varios nombres. Mucho se habló de un supuesto 'intercambio de sillones', similar al protagonizado por Putin y Medvédev, con el actual presidente, Abdullah Gül, otro veterano de perfil moderado. Sin embargo, el histórico dirigente del AKP rechaza la idea porque no quiere liderar una Administración débil sometida a la voluntad de Erdogan. Otros candidatos en liza son el viceprimer ministro, Bulent Arinc, y Ahmet Davutoglu, antiguo diplomático cuya diligente dirección del Ministerio de Relaciones Exteriores le ha granjeado gran popularidad en el seno de la sociedad turca. En cualquier caso, Erdogan manifestó en una entrevista para el canal privado NTV que un congreso extraordinario del AKP designaría a su sucesor.
Un lugar en la historia
Durante la campaña, Ihsanoglu insistió en que otro presidente ya llevó al país a la debacle, desatando numerosos tumultos en las calles y una de las mayores crisis económicas del país. El profesor de Ciencias Naturales se refería a un incidente acontecido en 2001, el enfrentamiento entre el primer ministro, Bulent Ecevit, y el entonces presidente, Ahmet Necdet Sezer. Las desavenencias entre ambos provocaron el colapso de la moneda nacional, el desplome de los mercados y la ruina del sector bancario.
Lo único claro es que Erdogan ya ocupa un lugar preeminente en los libros de historia, posiblemente, su máximo deseo. Tiene por delante la consecución del programa 'Objetivo 2023', un babilónico proyecto de obras públicas emblemáticas para conmemorar el centenario de la república. Grandes infraestructuras como el nuevo aeropuerto de Estambul, el tercer puente sobre el Bósforo o la llegada del tren de alta velocidad.
«Quiere reanudar el califato, alzarse como señor absoluto del mundo musulmán», advierte Faruk Logoglu, vicepresidente del CHP. Sin embargo, nadie pone en duda su legitimidad electoral. Incluso la Comisión Europea, que en no pocas ocasiones le ha instado a respetar la legalidad y los derechos fundamentales si aspira a entrar en la UE, le considera un socio estratégico de primer orden, dada su situación geográfica y el potencial de su Armada, la segunda más extensa dentro de la OTAN.
Con una participación del 76,6% (inferior a la que se registró en los comicios municipales de marzo, próxima al 89%), la jornada transcurrió sin incidentes aunque los observadores de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) lamentaron ciertos contratiempos que ensombrecieron el marco legal de los comicios. Entre ellos, que la Junta Electoral no protegiese la igualdad de oportunidades entre los candidatos. El organismo también puso en cuestión que se imprimiesen 73 millones de papeletas para un electorado de 53 millones de votantes. «Todas las provisiones legales están perfectamente claras», aclaró la Junta al diario Hürriyet.