Un cámara de televisión toma imágenes en los alrededores del Hospital Carlos III. / Efe

Pajares será tratado con un fármaco experimental contra el ébola

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Miguel Pajares va a tener el mismo medicamento que los estadounidenses Nancy Writebol y Kent Brantly. La misionera y el médico, los otros dos occidentales contagiados por el virus del ébola y repatriados a su país, están siendo tratados con el ZMapp, un fármaco experimental para luchar contra esta mortífera enfermedad que ya se ha cobrado cerca de mil muertes. Ahora, el religioso español, de 75 años, también podrá contar con este medicamento de última generación. Tan moderno que se ha acelerado su experimentación para aplicarlo directamente en humanos porque los resultados con los dos pacientes estadounidenses han sido muy positivos. Sus posibilidades de librarse de la muerte ha aumentado.

Ahora, el Ministerio de Sanidad dio el paso que negó durante la semana: traer al hospital Carlos III, donde están ingresados tanto Pajares como Juliana Bonohá, el medicamento. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) autorizó la importación al amparo de la legislación que permite "el uso de medicamentos no autorizados en pacientes que padecen una enfermedad que pone en peligro su vida y que no pueden ser tratados satisfactoriamente con un medicamento autorizado", según indicó el departamento de Ana Mato.

La AEMPS explicó que el inicio de las negociaciones con la farmacéutica que investiga este medicamento comenzó cuando los médicos del centro madrileño sondearon esta posibilidad con Pajares. El religioso toledano, que se encuentra «estable» según sus familiares, dio el visto bueno a ser tratado con este suero consiste en tres anticuerpos fabricados a partir de hojas de tabaco modificadas, anticuerpos que tardan semanas en crecer. Una vez recabada la conformidad del laboratorio que está desarrollando el medicamento, Sanidad lo importa desde Ginebra donde existía la disponibilidad de una dosis "en el contexto de un acuerdo entre el laboratorio que desarrolla el medicamento, la Organización Mundial de la Salud y Médicos Sin Fronteras".

Compañera muerta

Mientras las posibilidades del religioso español de salvar su vida del ébola aumentan, la Orden de San Juan de Dios recibió la mala noticia de la muerte de Chantal Pascaline, la hermana congoleña que trabajaba junto a los dos españoles en el hospital St. Joseph de Monrovia. La orden explicó que el hermano ghanés Georges Conbery y el administrador del hospital, Eugene Osei-Wussu, ambos afectados con el virus, han sufrido una recaída y sus estados de salud son "muy preocupantes". La tercera persona de la ONG Juan Ciudad afectada es la ecuatoguineana Paciencia Melgar. Todos están siendo cuidados, según recalcó ayer la orden en un comunicado, por el enfermero voluntario camerunés William Ekeurm, que pronto recibirá ayuda. La ONG quiere mandar la semana próxima un equipo de tres o cuatro personas para reabrir el hospital -cerrado por las autoridades liberianas- y atender a todos los enfermos. Este equipo se puede ampliar con posterioridad.

Por otra parte, el primer día de las medidas de controla aplicadas por el Ministerio de Sanidad en los aeropuertos españoles, trajo consigo una primera señal de alerta. El vuelo procedente de Lagos, la capital nigeriana, hizo saltar las alarmas de los cuerpos médicos. Una pasajera informó a la tripulación que sus dos hijos tenían fiebre, uno de los primeros síntomas del ébola. Rápidamente, funcionarios de Servicio de Sanidad Exterior procedieron a realizar unas pruebas a los más pequeños, que sólo habían permanecido unas horas en la capital nigeriana, y a cualquier pasajero que tuviera mala cara, tosiera o tuviera un síntoma de alguna enfermedad.

La madre explicó que ella y sus hijos procedían de Dakar, capital de Senegal, y que realmente estuvieron muy pocas horas en el aeropuerto de Lagos. Finalmente, las pruebas determinaron que se trataba de una simple amigdalitis. Sin embargo, este susto ha llevado a las autoridades a tomar la decisión de que los vuelos directos de Nigeria -cuatro a la semana- queden estacionados en un lugar más apartado de la T4 del aeropuerto Adolfo Suárez.