Áurea
Actualizado: GuardarSi la juventud es ese divino tesoro que se va para no volver, no dejarla nunca escapar, ni siquiera cuando se enfila la recta hacia el centenario, se convierte en la forma de conjurar los daños de tan común añoranza. Este es el principio vital que continúa cumpliendo a rajatabla mi amiga Áurea.
Cuando sus padres, allá por 1922, decidieron llamarla de este modo no imaginaban hasta qué punto iba esa niña a tomarse al pie de la letra el significado de su nombre. Así, hoy en día, esta burgalesa dinámica y alegre, continúa deslumbrando, física y anímicamente, con el oro que la nombra.
Este mismo verano, dejando atrás con éxito la etapa colectiva del Inserso, se subió en solitario a un autobús para no faltar a su cita vacacional de cada año en las concurridas playas de Benidorm. Tras criar a sus hijos y ocuparse en su momento de atender a sus nietos, esta chica de oro sigue siendo hoy la bisabuela eficaz siempre dispuesta a echar una mano allá donde se la requiera.
Vive sin ayuda en su propia casa y quienes la conocen me confirman que se levanta todos los días temprano, se viste, se maquilla y, envuelta en ese abrigo de visón que le permite enfrentarse a las gélidas mañanas castellanas, se echa a la calle para hacer la compra diaria y acudir sin falta a casa de aquel hijo, hija o nieto que precise de su concurso para sortear cualquiera de los escollos que plantea el día a día.
Tras el almuerzo se encamina al hogar del pensionista, donde lleva a cabo con sus amigas su diaria maratón de varias horas de cartas. Para darle un poco de mordiente a la competición, adoban el juego con apuestas que nunca sobrepasan la frontera de los céntimos, sin recurrir jamás al milenario arte de hacer trampas. Considera tal actividad como ejercicio esencial en el engrase de los mecanismos cerebrales.
Y tal entrenamiento le va bien, pues Áurea demuestra unos magníficos reflejos intelectuales cada vez que se habla con ella, adivinando con celeridad el sentido irónico de cualquier comentario y mostrando el brillo de esos ojos que, capaces todavía de leer sin gafas, se aferran a ese clavo ardiendo de la juventud que otros abandonan tan temprano. Áurea es esa abuela ideal que todo aquel que no la disfrutara hubiese querido tener.