Sabor a hiel
Actualizado:La Tanaj, Biblia judía, en su libro Shemuel, relata las historias de todo lo acaecido en la Tierra Prometida durante el reinado del Rey Saúl.
«Saúl vistió a David con su propia indumentaria, le puso en la cabeza su casco de bronce y lo cubrió con su coraza. El filisteo Goliat se fue acercando poco a poco a David, precedido de su escudero. Entonces dijo a David: Ven aquí, y daré tu carne a los pájaros del cielo y a los animales del campo. David replicó al filisteo: Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los Ejércitos, el Dios de las huestes de Israel. Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos. David metió la mano en su bolsa, sacó de ella una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo. La piedra se le clavó en la frente, y él cayó de bruces contra el suelo».
El paso del tiempo pone a cada pueblo en su sitio. Han pasado miles de años y las fronteras no se derrumban al son de las trompetas, como las de Jericó. Las murallas se tornan pétreas y hormigonadas, como límites infranqueables al albur de cualquier capricho envuelto del fanatismo más ortodoxo. Cruzadas, guerras, intifadas, levantamientos, ideologías, religiones, patriotismos, todo en pro del mismo Dios. Nadie nace odiando. Todos nacemos amando. El amor es natural, consustancial al ser humano. Todo lo demás se aprende. Se aprende a odiar, y lo que es más execrable, se enseña a odiar. Se enseña a odiar al distinto, al que cree distinto, al que siente distinto, al que piensa distinto, al que vive distinto, al de otro color y raza. Todo es aprendizaje y adiestramiento. No es cierto, como dijese el filósofo inglés Thomas Hobbes, que el Hombre sea un lobo para el hombre. El hombre como especie es social y solidario. Sin esas cualidades hubiese sido imposible la existencia.
El odio y la venganza nos hacen ser infelices y desgraciados. La venganza es un plato frío que se elabora con el odio ancestral arrastrado por generaciones y tiene el sabor amargo de la hiel.
En pocos días se ha podido ver cuanto puede odiar un pueblo. Cuanto rencor legitimado internacionalmente se ceba con los más débiles e inocentes en una guerra desigual, en cuanto a medios, víctimas y fuerzas. Hasta que no se produzca la aniquilación en nombre de Yahvé, no parará esta masacre.
Lo de Gaza no tiene nombre, o sí. Exterminio en «legítima defensa».