La política de la veleta
La última reforma anunciada para blindar a los alcaldes más votados saca a relucir el cinismo político
Actualizado:La reforma anunciada por el Gobierno central, de vetar los pactos de gobierno que cierran la puerta al alcalde más votado por los electores en unas elecciones municipales, ha desencadenado el enésimo enfrentamiento de la clase política, dividida entre el PP y el resto de la oposición en el Congreso y fuera del hemiciclo. Una vez más se pone en evidencia que en este país, sus políticos son incapaces de llegar a acuerdos que redunden en el beneficio de la sociedad para la que trabajan y en defensa de una democracia más robusta.
Tanto unos como otros, tanto PP como PSOE como IU como el resto de formaciones pseudoindependientes que se presentan a las municipales, se quejan de que los pactos entre formaciones por hacerse con el poder yo arrebatárselo al adversario, impidan que se cumpla el 'sagrado' mandato del electorado, que mayoritariamente opta por una opción. Esos lamentos siempre se producen cuando el alcalde al que le toca perder es el de la formación de donde provienen los lloros. En cambio, esas voces se transforman en defensas cerradas sobre la legitimidad de los acuerdos de gobernabilidad cuando el alcalde al que le birlan el bastón en el último momento, juega en el equipo contrario.
Ésta es la coherencia a la que nos tienen tan acostumbrados esta clase política española, entretenida a diario en sacarle ventaja, al precio que sea, al adversario.
La idea de la reforma es compartida por cualquier elector al que se le queda la cara de tonto cuando ve que el partido al que ha votado, ha ganado las elecciones, pero, sin embargo, va a gobernar aquel al que no había confiado su voto. Véase el último resultado de las elecciones andaluzas y cómo a día de hoy, la presidencia de la Junta la ostenta Susana Díaz, quien ni tan siquiera compitió en la carrera electoral, cuya elección no está respaldada por ningún sufragio universal, sino por el sistema del dedazo tan recurrente en la Administración andaluza. Puestos a hablar de democracia real, muy democrática no ha sido esa jugada.