'Mamá' Merkel celebra los 60
El aniversario redondo de una canciller en lo más alto de su carrera política y popularidad prolonga la fiesta de la victoria de la selección en el Mundial
BERLÍN.Actualizado:Pocos se atreven a discutirle y son muchos los que la admiran o, cuando menos, la respetan. La canciller alemana, Angela Merkel, celebró ayer su 60 cumpleaños en el cénit de su carrera política. Tras casi nueve años al frente del Gobierno federal, la doctora en Ciencias Físicas de la extinta República Democrática Alemana es hoy la líder indiscutible de su país y de Europa y la mujer mas poderosa del planeta. La 'Mutti', la 'mamá', como cariñosamente la llaman sus conciudadanos, se ha convertido en una patriarca a la que todos piden consejo y cuya voz tiene un peso fundamental en las decisiones a nivel mundial. Los primeros en felicitarla fueron a medianoche sus colegas jefes de Estado y gobierno de la Unión Europea. En la rueda de prensa de Bruselas, los periodistas le cantaron incluso el 'cumpleaños feliz'.
En la fiesta que le montaron ayer en la 'Konrad Adenauer Haus' sus correligionarios de la Unión Cristianodemócrata, partido que preside desde 2000, no faltó el toque científico. Ni música, ni guateque. Primero una conferencia y luego una copa y a correr. A la sobria Merkel no le gusta que las celebraciones de su persona incurran en la adulación y prefiere que dotarlas de un toque pedagógico. Cuando cumplió los 50, el prestigioso neurólogo Wolf Singer departió ante los presentes sobre 'El cerebro: un ejemplo para la autoorganización de sistemas complejos'. Y en esta ocasión, el historiador Jürgen Osterhammel habló sobre la relación global de los desarrollos históricos sobre todo desde la perspectiva europea y asiática, los dos continentes que fascinan al autor del ensayo 'La transformación de la Tierra'.
Portavoz de la formación disidente Amanecer Democrático durante la revolución de la RDA, viceportavoz del primer y único gobierno democráticamente electo en Alemania Oriental tras la caída del Muro de Berlín, ministra de Familia y Mujeres y luego de Medio Ambiente con el canciller Helmut Kohl, presidenta de la CDU, líder del grupo parlamentario conservador, de la oposición y, 16 años después de entrar en política, canciller de Alemania. La fulgurante carrera política de Merkel confirma su enorme pragmatismo y capacidad para contener los nervios. Siempre esperando el desarrollo de las cosas. Rara vez toma la iniciativa y es sumamente efectiva a la hora de reaccionar.
«Hacerme invisible»
Merkel, que sabe reírse de sí misma, lo define a su manera: «Tengo el gran talento de hacerme invisible». Y con esa virtud consiguió sacar a la CDU del escándalo de donativos al partido, convertirlo en primera fuerza del país y mantener a su formación bien distanciada de sus rivales desde que asumió el poder.
Y alcanzar envidiables cotas de popularidad entre los ciudadanos, que pueden encontrársela en la cola del supermercado cuando hace la compra para la cena. Los alemanes le están agradecidos por haber evitado al país las consecuencias de la crisis financiera internacional y convertirlo en un paraíso laboral. Sólo Konrad Adenauer y Helmut Kohl consiguieron, como ella, tres triunfos electorales consecutivos y, de continuar las cosas como hasta ahora, nadie duda de que sumará un cuarto en algo más de tres años.
Da igual con quién tenga que formar alianza. Merkel canibaliza a sus aliados y sabe atribuirse rápidamente sus objetivos: desde la cuota femenina al salario mínimo, pasando por el abandono de la energía nuclear. En noviembre de 2005, celebrando con un grupo escogido de correligionarios su inminente nombramiento como canciller, le preguntaron qué pensaba su marido, el catedrático de Química y prestigioso científico Joachim Sauer. «Está asombrado ante lo que me creo capaz de hacer», dijo, en una respuesta absolutamente sincera. Desde entonces ha ido creciendo hasta convertirse en la estadista seria, analítica y paciente, que deja discutir y a la que le gusta informarse al detalle para, luego, aunque pase a veces mucho tiempo, decir la última palabra.
Merkel únicamente pierde la compostura cuando asiste en la tribuna a los partidos de la selección alemana de fútbol. Los jugadores la adoran y la tienen por su mascota preferida. Sólo entonces reacciona de manera natural y es la primera en saltar entusiasmada de su asiento para celebrar con los brazos en alto un gol de sus chicos.