David Galván se estira al natural con el tercero de la tarde. :: C. CHERBUY
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La terna a hombros en corrida triunfalista

Padilla, Fandi y Galván se reparten once orejas y dos rabos de un descastado encierro de Julio de la Puerta El bonancible público de San Fernando convierte el festejo en un reguero de trofeos

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Dado el éxito artístico y de público del año anterior, tanto terna como ganadería repetían en esta edición del festejo anual de la plaza de San Fernando. También esta temporada el marcador de trofeos resultó abultado y hasta desproporcionado con lo que realmente acaeció en el ruedo. Si bien es cierto que cuando el primer toro saltó a la arena pareció encontrarnos, dado lo extremadamente romo de sus pitones, en una corrida de rejones. Pero pronto se hizo en el ruedo Juan José Padilla, vestido de luces, y todo quedaría en un extraño equívoco. Fue este un ejemplar mal presentado y de muy escasas fuerzas, tan pocas que hasta se desmoronó antes de acudir al caballo. Renuente y tardo en banderillas, Padilla le prendió tres pares sin apreturas, entre los que destacó el, muy aplaudido por el público, último par al violín. En el tercio de muerte se comportó, en los primeros compases, carente de celo y con muy corta y hasta incierta embestida. Poco a poco, el jerezano lo fue embebiendo en la franela, hasta dominar por completo a la res a base de medios derechazos sucesivos. La labor, carente de enjundia y apreturas, debió agradar mucho al respetable, que solicitaría con vehemencia el doble trofeo para el espada. Un decidido quite por navarras y chicuelinas al anovillado cuarto le valió a Padilla para suplir por capa su habitual intervención rehiletera. Ante este noblón y desrazado enemigo, de corta e incómoda embestida, el jerezano derrochó afán y pundonor para pasarlo de muleta por ambos pitones. Tras una estocada trasera y un descabello obtuvo el tercer apéndice para su esportón.

Espectacular en banderillas

Se presentó El Fandi con un afanoso toreo de capa frente un animal pasado de carnes y de escaso recorrido en su embestida, que se le venció en dos ocasiones por el pitón izquierdo. Superado el fugaz trámite del tercio de varas, asió raudo los palos el granadino para enaltecer a la concurrencia con la gimnástica espectacularidad de unos pares correctos de ejecución y reunidos. Inició el trasteo de hinojos y, ya en posición erguida, pasó de muleta a su enemigo mediante escuetas tandas de toreo en redondo. Cuando tomó la el engaño con la mano izquierda, supo alargar ese corto viaje que por ese pitón presentaba el astado. Y como éste, llegado a este punto, dio por finalizado el exiguo capítulo de sus acometidas, a El Fandi no le cupo más opción que adornarse con florido abaniqueo y cobrar una estocada desprendida. Idéntica desviación presentó su espada al despachar al sobrero que hizo quinto, al que quitó con donosura por chicuelinas y al que banderilleó con su consabida soltura, ortodoxia y espectacularidad. Fue aquel un castaño con cierto peligro por el pitón derecho, con el que el granadino se mostró muy valiente y arrojado, hasta el punto de obtener series de mucho mérito en el toreo en redondo y lucirse en bellos naturales ayudados. Rubricó después su actuación con el arrebato de unos desplantes que le permitieron conectar de forma definitiva con los tendidos.

Meció con garbo la verónica David Galván para recibir al castaño girón que hizo tercero, que acudió con prontitud y suavidad al capote del isleño. Despaciosidad y torería rezumaron los pases iniciales de muleta del torero local, quien planteó una faena en los medios, basada en el toreo en redondo, con ligados muletazos, más estéticos que ceñidos, en los que supo aprovechar la boyante condición del animal que, aunque soso y descastado, presentaba una embestida franca y repetidora. Mayor plasticidad, si cabe, lucieron las series de naturales, que constituyeron preludio a un aclamado remate de toreo de cercanías y de postreros y palpitantes desplantes. Y cuando montaba la espada, ocurrió lo que suele: una progresiva y estruendosa solicitud de indulto por parte de un público festivo que confunde nobleza con bravura. Muy bien el Presidente al permanecer incólume ante tanto desvarío y muy mal el torero por no obedecer las reiteradas indicaciones del usía para que tomara el estoque. Finalmente lo hizo y, tras un pinchazo, cobró una estocada baja. Frente al sexto, burel sos y muy descastado, sólo pudo ofrecer voluntad y obtener el goteado brillo de unos naturales largos, estéticos y poderosos. Resultó prendido y volteado peligrosamente al entrar a matar, pero, indemne por fortuna del lance, sería recompensado con los máximos trofeos.