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Fernando observa a dos alumnos que comparten una ola. :: C. C.
SAN FERNANDO

Una escuela sobre las olas

Desde hace cuatro años se dan clases de surf a distintos niveles en Camposoto

CARLOS CHERBUY
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Puede parecer exagerado decir que el surf fue la causa de que Camposoto fuera liberada para uso civil; sin embargo, fue un movimiento importante, una fuerza más que inclinó la balanza y que hizo hace 25 años, que la playa se abriera al baño.

Ahora Camposoto es una de las pocas playas que cuenta con un espacio de uso exclusivo para la práctica de este deporte, unos 100 metros, algo que tampoco fue sencillo de conseguir. Desde hace cuatro años allí imparten su saber sobre este deporte Antonio Conesa y Fernando Porras en la Escuela de Surf de Camposoto. Un centro que ha conseguido consolidarse y que ha visto en su corto, pero intenso, recorrido como los aficionados a este deporte han ido aumentando y parte de culpa han tenido ellos. Porque lo que han montado es más que una escuela en la que aprender a cabalgar las olas, es una filosofía de vida basada en el surf y en todo lo que acarrea, un movimiento de respeto y armonía con la naturaleza.

«Es curioso ver cómo las familias enteras vienen ahora con tablas. Es un ambiente sano y cordial, una estampa difícil de ver. Padres, hijos y hasta abuelos se han sumado a este deporte y lo practican juntos», asegura Antonio, mientras Fernando ya está en el agua con un grupo de jóvenes. Tienen un calendario apretado y la edad que acogen es de los seis hasta «que el cuerpo aguante. Aquí han venido hasta personas de 67 años queriendo aprender a hacer surf y lo han disfrutado más que los menores». Tienen clases personalizadas y un bono de cinco sesiones que es lo más demandado.

La experiencia ha servido también para que el negocio crezca y se expanda, creando una tienda y un recinto que oferta la práctica de deportes náuticos. «La verdad es que estamos muy satisfechos, pero sabemos que se puede ir a más. Estamos viendo cómo la afición por este deporte crece. Los que se apuntan como alumnos luego continúan y siguen viniendo ya como amigos. Aquí se comparten consejos, se aprenden de las técnicas de los otros y sobre todo se ama al mar y al entorno. Enseñamos a cuidarlo y respetarlo porque de él depende la práctica de este deporte».

Y Camposoto es un lugar privilegiado para ello, puesto que apenas ha sido tocado por la mano del hombre. Es una de las pocas playas consideradas vírgenes que quedan, aunque cada año tiene mayor afluencia. «Hay que tener cuidado y no perder lo que tenemos. Aquí es una buena zona para practicar surf y especialmente para aprender porque hay olas de todo tipo. Estamos en un lugar privilegiado y no lo podemos perder». El surf y Camposoto, una relación que se mantiene y que se fortalece cada año no solo por la escuela, sino por los torneos, clubes y sobre todo por los aficionados que vienen a practicar su deporte.