Rajoy y Mas profundizan su diálogo de sordos a cuatro meses de la consulta
El jefe del Ejecutivo invita al gobernante catalán a la Moncloa cuando quiera pero no para hablar del referéndum
MADRID. Actualizado: GuardarMariano Rajoy y Artur Mas, en vez de acercar posturas, las alejan. En vez de dialogar, se encastillan en sus monólogos. El presidente del Gobierno aseguró ayer en el Congreso que si Mas pide cita en la Moncloa le recibirá de inmediato, pero si es para hablar del referéndum se puede ahorrar el viaje, porque de ese asunto no hay nada de qué hablar. El jefe del Ejecutivo catalán ha reiterado hasta la saciedad que solo tiene un tema para conversar con Rajoy, la consulta soberanista del 9 de noviembre.
«Si me llama mañana, viene mañana. Siempre tiene las puertas abiertas de la Moncloa», respondió el presidente del Gobierno a la demanda de una cita con el gobernante catalán. Un momento antes el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran Lleida, le había emplazado: «¿Es cierto o no es cierto que el presidente Mas el día de la coronación del Rey, coincidiendo en el acto del Palacio Real, le pidió una vez más verse?» Desde el Gobierno catalán confirmaron horas después que el 19 de junio el jefe del Ejecutivo autonómico pidió un «cara a cara» a Rajoy y «aún espera respuesta».
Rajoy no aclaró si en la proclamación de Felipe VI se produjo ese diálogo. Se ofreció a dialogar siempre que el tema de la consulta quedase fuera de la agenda porque «no se puede pedir a nadie lo que no puede dar», esto es su conformidad con el referéndum soberanista anunciado para dentro de cuatro meses. «No puedo decir que sí», comentó en un intento de hacer pedagogía, porque la ley no lo permite «y soy el primer obligado a respetar y hacer cumplir la ley» como presidente del Gobierno. Señaló además que su postura, a riesgo de que le llamen inmovilista, es la misma que la del primer día, y es que la consulta «no se puede celebrar» porque es contraria a la Constitución. Un criterio, dijo, que no es solo suyo porque el Tribunal Constitucional y Congreso también han corroborado esa posición.
Duran Lleida, el hombre puente entre la Generalitat y la Moncloa e interlocutor habitual de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, garantizó que Mas tiene tantas ganas de encontrar una solución que está dispuesto a negociar la fecha y la pregunta de la consulta. Una predisposición que más parece cosecha propia del portavoz nacionalista que una posición del Gobierno de Cataluña, que nunca ha dado muestras de aceptar cambios en el calendario y en los interrogantes de la consulta.
La mayoría quiere votar
El dirigente democristiano intentó hacer ver al presidente del Gobierno que la firmeza por la firmeza no conduce a ningún sitio y puso como ejemplo el continuo crecimiento que registran las opciones independentistas en Cataluña y el retroceso de las contrarias al soberanismo. Así se pudo ver, añadió, en las recientes elecciones europeas, donde la suma de CiU, Esquerra e Iniciativa vapuleó a PSC, PP y Ciudadanos. «Ahí le queda el dato y también el problema» porque no hay duda de que «el deseo de la mayoría» es votar en la consulta, concluyó Durán.
El portavoz adjunto en el Congreso de Esquerra, Joan Tardá, fue un paso más allá y se situó en el 9 de noviembre para preguntar a Rajoy «qué está dispuesto a hacer para impedir» que los catalanes voten ese día. «Elija entre ser un político como (el británico David) Cameron», y pacte los términos de la consulta como se ha hecho con Escocia, «o un bretol (canalla o gamberro en catalán)». Rajoy no entró en ese debate.
Entró, en cambio, en el de las fórmulas alternativas a la consulta y reclamó al portavoz de CiU, al de Esquerra casi lo ignoró, que ponga sobre la mesa una propuesta distinta al referéndum independentista. «Si tiene otra propuesta díganosla». El presidente del Gobierno sabe que el Durán defiende la llamada tercera vía, consistente en un reconocimiento constitucional de la singularidad de Cataluña, de su lengua y de su cultura, que acompañada de una nueva financiación, deberían ser votadas por los catalanes.
Un planteamiento que compartiría el PSC, pero que el líder democristiano no abunda mucho en ella por los recelos que despierta en Convergencia Democrática, su socio mayoritario en CiU, mientras que en Esquerra desata las iras sin freno de sus dirigentes.