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El Papa recibe por primera vez en el Vaticano a víctimas de curas pederastas
Francisco los vio a solas durante tres horas y les pidió perdón, mientras que Benedicto XVI sólo tuvo breves encuentros en viajes al extranjero
ROMA. Actualizado: GuardarEl Papa Francisco sigue poniendo al día la Iglesia católica a marchas forzadas pero con naturalidad. Hace lo más normal y parece una revolución. Podría parecer obvio que tras el gran escándalo de la pederastia en el clero, que estalló en 2001, el Papa recibiera a víctimas en el Vaticano para estar con ellas, escucharlas y pedirles perdón. Pues bien, aún no había sucedido y ayer por fin ocurrió. Benedicto XVI, elegido en 2005, fue el primer pontífice en reunirse con estas víctimas, el 17 de abril de 2008, en su viaje a Estados Unidos, y también mostró varias veces en público su pesar. Tuvo otros cuatro encuentros de este tipo, pero todos en visitas al extranjero con personas de cada lugar: Australia, en junio de 2008; Malta, 2010; Reino Unido, 2010 y Alemania, 2011. Y siempre así, lejos del Vaticano, con entrevistas calzadas en la agenda y de corta duración. Con un perfil bajo. Francisco le ha dado un perfil alto, sin perder la discreción por respeto a los afectados.
Fueron seis personas, tres hombres y tres mujeres, dos de Alemania, dos de Irlanda y dos de Reino Unido. El domingo por la noche cenaron con Bergoglio, que, en esencia, les acogió en su casa. Ayer celebró misa para ellos en la residencia de Santa Marta, con un homilía entera dedicada al asunto, no con algún párrafo alusivo. Fue un sermón duro y cargado de significado, que tocaba todos los matices del drama, hasta los más oscuros y silenciados. Luego desayunó con ellos y después mantuvo entrevistas a solas con cada uno, de una media hora. En fin, lo mínimo. Pero era la primera vez.
El único momento lejanamente parecido de atención a las víctimas dentro del Vaticano fue un encuentro de Benedicto XVI con una delegación de aborígenes canadienses en 2009 en el que, entre otras cosas, se abordaron los abusos a menores por parte de religiosos. Pero fue en un acto colectivo, de tono institucional, celebrado en el auditorio Pablo VI. Lo de ayer fue otra cosa, como comentó el portavoz vaticano, Federico Lombardi. Tras pasar tres horas escuchando a estas personas «el Papa al final estaba muy emocionado». Lombardi aseguró que los participantes mostraron «una profunda gratitud y conmoción».
El Papa ya había adelantado a la prensa este encuentro en el regreso de su viaje a Tierra Santa, el pasado mes de mayo. Entonces tuvo palabras duras contra los curas pederastas, cuya conducta comparó con «una misa negra». Ayer, en su homilía, fue igual de visceral y habló de corazón, improvisando en castellano una intervención llena de dolor. «Pido la gracia de que la Iglesia llore y repare por sus hijos e hijas que han traicionado su misión, que han abusado de personas inocentes. Y hoy estoy agradecido a ustedes por haber venido hasta aquí. (...) Desde hace tiempo siento en el corazón el profundo dolor, sufrimiento, tanto tiempo oculto, tanto tiempo disimulado con una complicidad que no, no tiene explicación, hasta que alguien sintió que Jesus miraba, y otro lo mismo y otro lo mismo, y se animaron a sostener esa mirada. Y esos pocos que comenzaron a llorar nos contagiaron la consciencia de este crimen y grave pecado».
Bergoglio ahondó en la herida sin concesiones, al hablar de «actos execrables», de «un acto sacrílego» por parte de curas y obispos, «porque esos chicos y esas chicas le fueron confiados al carisma sacerdotal para llevarlos a Dios, y ellos los sacrificaron al ídolo de su concupiscencia. Profanan la imagen misma de Dios». Así llegó al momento culminante: «Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón». Y no se quedó ahí: «También les pido perdón por los pecados de omisión por partes de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias de abuso presentadas por familiares y por aquellos que fueron víctimas del abuso. Esto lleva todavía a un sufrimiento adicional a quienes habían sido abusados y puso en peligro a otros menores que estaban en situación de riesgo».
«La valentía de la verdad»
Frente a frecuentes declaraciones del pasado desde la jerarquía, que culpaban a los medios de comunicación, a los abogados acusados de querer enriquecerse, criticaban a las asociaciones de denuncia e incluso reducían el escándalo a «chácharas», como dijo una vez el secretario de Estado, Angelo Sodano, el Papa alabó «la valentía que ustedes y otros han mostrado al exponer la verdad». «Fue un servicio de amor al habernos traído luz sobre una terrible oscuridad en la vida de la Iglesia», señaló.
Aseguró que hará «todo lo que sea posible» para que «tales pecados» no vuelvan a ocurrir y concluyó suscribiendo una de las frases más tremendas del Evangelio: «Para todos nosotros tiene vigencia el consejo que Jesús da a los que dan escándalos: la piedra de molino y el mar». Es decir, que se la aten al cuello y se arrojen al agua. Eso es la 'tolerancia cero' para Francisco.