Mover ficha
Actualizado: GuardarEl sistema es bien sencillo y a la par de una utilidad infalible, sobre todo para quienes ha de inquietarles el parecer de los que aspiran a contentar. Es cuestión de arrimarse a la barra del bar, pasear pausadamente por calles concurridas, puede uno incluso deambular entre los puestos del mercado como interesándose por los precios o subirse al autobús y meter la oreja. La gente ya está harta de broncas, de las chulerías y los postureos, tanto de los unos como de los otros - más de los que justifican en sus mayorías absolutas la arrogancia y el desprecio más rotundo por el diálogo - y todo para que al final, la casa continúe sin barrer y los problemas sin solucionar. Hastiados están los ciudadanos de que en vez de responder por los errores, sus representantes se devuelvan andanadas de "y tú más" o de "que yo no ha hecho que fuiste tú". Más que a cantinela infantil, que también, suena a desconsideración; a provocación dada la precaria situación de cada vez más familias. Por las esquinas la gente quiere y lo razona, cada cual a su manera, que con "las cosas de comé" no se juegue. Con el trabajo, la vivienda, la salud, el colegio de los niños, el precio de la luz y de las papas no se juegue. Y se está jugando mucho y mal; y exigen que los que cortan el bacalao, los políticos, se pongan de acuerdo; aparquen el mal rollo y antepongan las carencias de los vecinos a los intereses del partido de cada cual. Pero, a la vez, quieren que cada formación sea clara y consecuente en la defensa de sus propios postulados y compromisos electorales. Ahí queda eso. Conciliar ambas exigencias podría ser posible con la condición de que deje de entenderse la descalificación del adversario como única forma de visualizar las diferencias y en su lugar se recurra al razonamiento para defender fórmulas encaminadas a contener el sufrimiento de las personas y a que la ciudad mejore. Podría ser viable si se parte de la aceptación de que en una sociedad plural y diversa el pacto resulta ser el único medio capaz de garantizar el espacio individual y el progreso colectivo. La destreza en su manejo pone de manifiesto la sensibilidad humana e inteligencia de quienes lo utilizan y la madurez democrática de la sociedad a la que representan.
En el colmo de la desesperación, algunos gaditanos han convertido los plenos municipales en su última válvula de escape. Increpar a los munícipes y, con especial virulencia, a quien los preside, ha devenido en bálsamo frente a tanta frustración. Ante ello, quienes ocupan la bancada de San Juan de Dios se apresuran a proponer pactos y más pactos para no ser capaces de cerrar en firme ninguno. La gente lo tiene claro, pero solo a ellos toca mover ficha.